En este tiempo frenético
de las relaciones líquidas,
de las opciones a tiempo parcial
de la hiperconexión de las redes,
hoy vengo a dar gracias a la
vida
por lo que permanece.
Y hace un tiempo que escribí (cosa
así de cinco años)
unos versos que rezaban
“veintiuno de septiembre”
y empezaban con un “hoy”
que era un hoy por aquel hoy, los
mañanas, los ayeres.
Decía Borges que la amistad
no necesita frecuencia,
que resiste a la distancia
y que el tiempo la macera.
Y en este tiempo de locos
donde nos tienta la desesperanza
al contemplar
lo que pasa, lo que termina, lo
que no llega,
yo vengo a alzar un brindis
por las causas y las cosas que
nos unen
y por celebrar que, en este
tiempo
de pronósticos difíciles y de
encrucijadas abiertas,
me sigue acompañando
la fidelidad revolucionaria
la presencia discreta
y la mirada serena
de quien siempre se queda.
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