jueves, 26 de abril de 2012

Destruyendo ídolos




Pienso que el arte puede seguir dos caminos en relación con la vida. Tradicionalmente la actividad artística tanto en el propio creador como en el receptor de la obra ha sido cauce para la evasión de la vida, buscando la huida de nuestro entorno más cotidiano, amparándonos en la fantasía y la belleza creada.

Los artistas románticos frecuentemente se alejaban de la realidad dolorosa que les rodeaba y les suscitaba la incomprensión, la soledad y el abandono y se refugiaban en mundos y culturas exóticas y lejanas, física o temporalmente.

De igual modo, a menudo recurrimos al arte para alejarnos de la vida, aparcar los problemas del día a día y sumergirnos en el placer y la magia por un breve estadio al leer una novela, ver una película o disfrutar de músicas que nos hacen volar y soñar.

Pero si bien el arte nos sirve para huir de la vida, también es, por otro lado, desde su concepción , reflejo y expresión de la vida. Escuchaba a un poeta (Fernando Ortiz, creo recordar) hace varios años en el Aula de Poesía decir algo así como: “No le pidáis a un poeta su biografía, no le preguntéis sobre su vida, pues la biografía del poeta , la vida del poeta está en su obra”.

En el resto de las vertientes del arte parece ocurrir lo mismo. Escuchando la música de Schumann advertimos su tormento interior y la evanescencia y fulgor de sus estados de ánimo. Leyendo la poesía de Miguel Hernández experimentamos el ansia de libertad de un alma aprisionada y torturada, pero que atisba la esperanza y la anuncia soñando la  vida futura.

Si vemos, por poner otro ejemplo, la filmografía de Tim Burton,  advertiremos una infancia solitaria, sombría, un mundo interior agitado en una persona introvertida y excéntrica.

La obra es la expresión del creador , de su vida y por tanto el arte conecta desde su génesis con la experiencia vital.

Asimismo, como espectadores, oyentes, o receptores en definitiva, el arte nos educa, nos hace crecer y nos aporta continua luz sobre el mundo y la realidad en que vivimos.





La semana pasada, en concreto, me topé con un film de enorme fuerza visual y metafórica que me impactó y me hizo pensar en la sociedad y la cultura actual desde  su sugestión transgresora, Tommy (1975).

Tommy es una ópera-rock  visualmente impregnada por  la psicodelia y la pirotecnia de la cultura pop de  los 70, que cuenta la historia de un chaval que presencia de pequeño el traumático acontecimiento de la muerte de su padre a manos del amante de su madre.

A partir de este momento, Tommy queda sordo, ciego y mundo a causa del shock, condenado a la oscuridad y al bloqueo de su mundo interior.

Su madre, desesperada, buscará incansable la solución y la cura para su enfermedad y aislamiento.

La escena  más impactante llega en una ceremonia religiosa en la que los fieles adoran una imagen de Marilyn Monroe con devota veneración, la sacan en procesión, se visten con máscaras y exhiben toda una iconografía que la representa.
Emulando al sacramento de la Eucaristía, los fieles toman una comunión en la que el pan es sustituido por drogas y sustancias psicotrópicas que hacen alucinar a los presentes.

El punto culmen de la escena es el momento en que multitud de personas con distintos tipos de enfermedades, discapacidades y limitaciones van desfilando hacia la estatua, besándola y adorándola, en busca de una cura para sus dolencias.

Es entonces cuando Tommy, con la mirada perdida y guiado por las tiernas manos de su progenitora se acerca a la estatua y empieza a tocarla para  finalmente empujarla, desbordado por la excitación y el nerviosismo, rompiéndola en mil pedazos.

Ken Rusell, en el contexto de la cultura pop en la que se enmarca el film, critica esa idolatría a los ídolos de la cultura, que lleva a la superficialidad y al vacío de la sociedad.

Así, cuando más adelante Tommy se cura de modo milagroso, se convierte en estrella mundial del pinball y se erige como un mesías de la era pop (“Yo soy la luz y el amor”), toda una legión de fans le siguen ciegamente como zombies.

“Intenten seguir mi camino , ignorando el dolor y el miedo” les dice, lo que lleva a Tommy a convertirse en lo que la película critica: un icono, un fenómeno de masas que despierta el fanatismo y el ciego seguimiento de la multitud.



Esto me llevó a la reflexión acerca de cuáles son los ídolos de nuestro tiempo, en esta sociedad y en esta cultura:

¿A quienes hemos colocado en ese podio, en ese pedestal y hemos seguido ciegamente sin pensar en las causas y consecuencias del asunto?

Probablemente esta crisis en la que tanto se dice que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades tiene algo que ver con esto…. La gente dice “ ya no volveremos al nivel de vida de antes” ¿Realmente debemos aspirar a vivir en el exceso y la cantidad? ¿La única salida es la expansión y el crecimiento económico?


¿A costa de quiénes sustentamos nuestra felicidad y bienestar material?

El ansia de tener, la burbuja inmobiliaria, las hipotecas, los pisos, los coches…la sociedad parece haber seguido unos ídolos que no aguantaban sus propio peso y han acabado estallando.

Creo que esto nos debe hacer pensar  y a lo mejor en esta crisis encontramos la oportunidad de refundarnos y reconstruirnos.

A lo mejor a la hora de salir de ella descubrimos que lo importante no es llegar solos y los primeros, sino llegar con todos y a tiempo.

Y a lo mejor es momento de destruir los ídolos, de empujar las estatuas y romperlas en mil pedazos para decidir a quién queremos poner en nuestros pedestales, a quién queremos seguir y a dónde nos queremos dirigir, de levantar nuevos horizontes, buscando los verdaderos ideales y valores que queremos que encaucen nuestra  sociedad y cultura, pues son muchas las fuentes en las que podemos intentar calmar nuestra sed, pero es difícil encontrar el agua que verdaderamente nos sacie, que nos dé el sentido, la felicidad y la libertad que nadie nos puede quitar.





sábado, 21 de abril de 2012

De la resignación y el conformismo a los caminos de la utopía.



Tengo la suerte de contar con  un grupo de amigos, mi pandilla, mi gente de toda la vida, personas con las que he vivido un camino común en mi etapa educativa infantil y adolescente. Son  compañeros de viaje que gozan de una confianza forjada a través del tiempo y las experiencias compartidas y con los que además de tratar cualquier tema de nuestras vidas, solemos hablar de las realidades más inmediatas y los problemas del mundo.
Generalmente quedamos en las noches de los sábados o viernes, en espacios tranquilos donde se saborea la amistad al gusto de un té o un café sosegado que hacen emerger conversaciones  donde pasamos, con pinceladas de humor y de crítica, siempre saludables,  de la vida estudiantil a la política, a las relaciones, al cine o a la actualidad general.
A menudo me tachan y me caracterizan de utópico o radical en algunas opiniones y quizá no les falta razón. Yo les digo:
Si no soy radical con 21 años no lo seré nunca ¿no?”
Hablábamos hace unos días de la crisis, de los recortes y , si bien críticos y descontentos con el gobierno y con la situación, sus actitudes muchas veces son de relativo conformismo y resignación:  ahora no queda otra”,” lo importante es salir en este momento de la crisis como sea y luego ya veremos…”
Yo me rebelo una y otra vez y cuando miro las cifras  me niego a aceptar que sea ésta la única salida, la única manera de hacer las cosas.
La educación, eje vertebrador y cimiento de la sociedad y la ciudadanía es una de las de las primeras “líneas infranqueables” en franquear a la hora de hacer recortes.
Esta semana, el ministro Wert habla del aumento de horas lectivas y alumnos por clase, con la consiguiente masificación que ello supondría y entendiendo que un mayor número de estudiantes por aula dificultaría la integración y atención a los más necesitados.
Además, afirma que aumentará el precio de las tasas universitarias, que en el caso de los alumnos repetidores podrían llegar a tener que pagar el 100% del coste de la matrícula.
Una vez más nuestro sistema premia la excelencia y el elitismo y castiga el fracaso y la dificultad, ahogando planteamientos más profundos que nos llevarían a considerar las causas del fracaso escolar y las circunstancias socio-económicas de los alumnos, que ante todo, son jóvenes con un contexto y una situación difíciles de evaluar en parámetros meramente académicos.
Que se empiece a hablar de copago poniendo en riesgo  la Sanidad pública es hacer tambalear el logro de un sistema en el que todos pagan de acuerdo a lo que tienen y cada uno recibe la atención médica que necesita.
Por otro lado, si vivimos en un mundo tan globalizado e interdependiente , si esta crisis es mundial, si entre los países de Europa nos apoyamos y nos rescatamos, y las caídas de las bolsas y los disparos de las primas nos afectan de un lado al otro del Globo, ¿no deberíamos también asumir como una responsabilidad las necesidades de los países del tercer mundo, no por solidaridad,  ni por mera compasión o caridad, sino por verdadera justicia social?
Parece que nuestros gobernantes tienen claro que ahora la prioridad es que nosotros saquemos nuestro propio barco a flote y para ello no importa que los cuernos de las Áfricas, las Asias y Sudaméricas agonicen en su propia miseria y le asestan a la cooperación al desarrollo un hachazo del 54%, al tiempo que anuncian una bochornosa amnistía fiscal que permite regularizar el dinero negro de los defraudadores en paraísos fiscales hasta el 30 de noviembre, asegurando la impunidad y la confidencialidad por parte del Ejecutivo.

Definitivamente me niego a aceptar estas consignas y a doblegar mis ideas y mis principios para aceptar que esto no puede ser de otro modo pues en esta crisis que ninguno llegamos a comprender no son  desde luego los que van a pagar el pato los especuladores que se han lucrado, los defraudadores fiscales, los bancos ni toda la casta política que  se enfunda sueldazos y asignaciones desorbitadas y se erige con discursos oportunistas y demagogos, viviendo de una estética de derechas o izquierdas pero con una ideología que hace ya tiempo que se pudrió y se prostituyó ante los designios mercantilistas y financieros del mundo en que vivimos.
Frente a esta realidad, hay multitud de respuestas conformistas , resignadas y derrotistas: “no podemos hacer nada”; “hay que apretarse el cinturón”; “Da igual a quién  votes, son todos iguales”.
Y ante esto, emergiendo como signo de la Resurrección y la Vida en este tiempo Pascual me llega un mensaje de Devett O´ Brien, mi amigo y compañero australiano, secretario general de la Juventud Estudiante Católica Mundial, a quien el Espíritu y los delegados de todo el mundo  en el Consejo Mundial de la India le dimos el timón de este proyecto para los próximos 4 años.
En el mensaje instaba a compartir a los miembros de los distintos movimientos las Campañas que  están llevando a cabo durante este año en todos los países donde estamos presentes.
En Australia, por ejemplo, los estudiantes están actuando en torno a la realidad de los refugiados jóvenes en búsqueda de asilo; la Juventud Estudiante Católica de Burundi, por su parte, afronta la situación del país tras la guerra y abordan en su campaña el complejo desafío de la paz y la reconciliación entre ambas partes; en Italia, han decidido centrar su acción en la problemática del fracaso escolar y abandono de los estudios; en Líbano tratan la presencia de los valores del Evangelio en la sociedad y los derechos de los estudiantes, mientras que en España, tanto la JEC como el Movimiento de Universitarios y Estudiantes Cristianos de Cataluña estamos tratando la Evaluación en la Universidad (en qué medida unos criterios determinados de evaluación condicionan la formación de un estudiante y la persona que va a ser el día de mañana) y la Economía responsable (planteando alternativas de criterios y consumo ante las inercias insoslayables del neoliberalismo imperante).
Cuando miro estas campañas y me planteo su verdadero impacto social me reafirmo en mis radicalidades y me lleno de esperanza al pensar que hay ya muchos jóvenes en el mundo que alzan el grito inconformista contra las injusticias y se implican ante la realidad a través de estas acciones, pasando del conformismo y la resignación a emprender los caminos de la utopía, convencidos de que las cosas pueden ser de otra manera y sintiendo, enraizados y afectados, los problemas del mundo como propios.
Al fin y al cabo los jóvenes no sólo somos el futuro, los jóvenes también somos el mundo.














viernes, 13 de abril de 2012

Convergencias y divergencias





Hace poco más de un mes llegaba a nuestro conservatorio  la noticia de que se había denegado el reconocimiento oficial de nuestras titulaciones como Grados pertenecientes al Espacio Europeo de Educación Superior.

Tras muchos años de lucha por un reconocimiento oficial de los estudios artísticos  se había emitido un decreto ley, en virtud del cual no sólo las universidades, sino también los centros superiores de enseñanzas artísticas (Conservatorios , Escuelas de Bellas Artes…) podían expedir títulos con tal denominación, de manera que mi promoción sería la primera en salir a la calle con un Grado en Música , Especialidad Interpretación, al igual que el resto de las carreras universitarias que se han sumado al sistema Bolonia.

La mecha se encendió cuando la Universidad de Granada interpuso una demanda a este decreto por existir confusión entre ciertos títulos emitidos por la Facultad de Bellas Artes y otras Escuelas Superiores Artísticas no universitarias.

Como consecuencia de esto, el tribunal Supremo dicta en su sentencia la anulación de la consideración de Grado a estos estudios superiores.

Esta sentencia ha suscitado el debate en el mundo académico artístico y han comenzando movimientos de asociaciones de conservatorios y centros artísticos para buscar soluciones al problema.

La solución, como es natural, pasa por establecer un marco legal y jurídico para nuestras enseñanzas (con leyes específicas, pues el decreto ley es un mero parche) que les otorgue una situación de igualdad y no discriminación con respecto al resto de estudios universitarios.

Si bien todos (profesores y alumnos) estamos de acuerdo en que es necesaria la homologación de nuestros títulos al Grado europeo para así poder movernos en las mismas condiciones con respecto al resto de carreras universitarias, no nos ponemos de acuerdo en cuál es la mejor salida para este escollo.

Las opciones que se barajan son tres: mantenernos como estábamos hasta ahora (pero con una regulación legal consistente) como Conservatorios Superiores y expidiendo títulos de Grado; integrarnos en la Universidad (como otra Facultad o Escuela) o bien la creación de una nueva universidad específica de las Artes.

Siendo conscientes de que es necesario contrastar muchas opiniones y barajar muchas ventajas e inconvenientes antes de formar una opinión clara, mi reflexión viene ahora de cara a lo que considero las grandes riquezas de nuestro tipo de enseñanza y veo fundamental preservar.

Nuestros estudios son la herencia de una tradición artística que viene de la Antigüedad. Era frecuente en épocas como el Renacimiento que un artista joven (pintor, por ejemplo) con talento y capacidades expresase su deseo a un gran maestro de estudiar con él y, si éste aceptaba, lo usual era que el discípulo se fuese a estudiar durante una larga época a su casa, viviendo con él y absorbiendo al máximo durante esta etapa, de forma personalizada e individual, su sabiduría y su experiencia, así como compartiendo su vida y estableciendo una estrecha relación maestro-discípulo.

De algún modo, los conservatorios son los supervivientes en este mundo de esa manera de enseñar en el que el profesor artista ejerce su magisterio desde su profundo conocimiento y sabiduría pero también siendo consciente de las diferencias de cada alumno, de su punto de partida, su proceso y su potencial, sabiendo marcarle un camino que es diferente para cada estudiante, enseñándole a aprender en lugar de a seguir escrupulosamente su método y su hacer, a elegir criterios en lugar de imponérselos y a darle una autonomía que, si bien influenciada por su estilo y escuela, le convierte en un profesional diferente a los demás, con un modo muy personal de hacer , de interpretar , de comprender y de sentir el arte.

Además, la cercanía que se establece en la relación profesor – alumno al tratarse de clases individuales genera un clima y una riqueza humana donde, además de los contenidos, se ponen de relieve los valores, las actitudes vitales, y toda una manera de entender la vida y el mundo que el maestro aporta a su discípulo.

Pienso que esta es una riqueza muy valiosa de los estudios artísticos que es indispensable mantener y por la que tendremos que luchar todos los que estamos inmersos en esta aventura de la música, en la que creemos, con la que disfrutamos , sufrimos y por la que tantas veces nos hemos mordido la lengua cuando la gente nos hace preguntas como    “ pero, aparte de música ¿Qué estudias?” o “Sí, sí, tocas el piano pero… ¿Qué carrera haces?”














domingo, 8 de abril de 2012

Pon una nota de alegría



“Y somos gente decidida a entrar en acción,
gente sin complejo en darle uso al corazón”

              Con esta frase resumiría el espíritu de este encuentro, que desde el miércoles por la noche, con la cena de los pueblos, hasta la celebración alegre y viva de la Vigilia Pascual y la fiesta final, se ha movido con fuerza en el interior de todos nosotros durante estos cuatro días. Para mí ha sido mucho más: reuniones, organización, llamadas, preocupaciones, responsabilidades y satisfacciones.
              El poso que queda vuelve a ser el de la vivencia intensa, renovada y seductora del proyecto de Jesús, encarnado en la vida de un movimiento joven, que prende pábilos y rompe barreras para ofrecer al mundo alternativas, encarnadas en la belleza de la lucha por la justicia.
              Son muchas sensibilidades las que estos días ha aunado una celebración común del Paso de Jesús de la muerte a la vida, de la opción más radical por los pobres y desheredados del mundo, que a la luz de experiencias y vidas reales se sigue dando hoy en nuestro mundo.
Parece difícil para nuestro mundo entender que la felicidad y alegría auténtica no están en el capricho, sino en la educación de un deseo profundo que pasa por hacerse cargo de la realidad, mirar fijamente al sufrimiento y tener la sensibilidad, los sentimientos y las entrañas para dejarse afectar por él: los jóvenes chavales de secundaria nos dan una lección poniendo su creatividad al servicio de eso sentimientos, expresando con libertad las sensaciones que nuestro mundo les produce mientras que nosotros, estudiante inquietos e inmersos en la vida de las universidades, centros superiores y ciclos formativos, afilamos y pulimos nuestra mirada, para adquirir una óptica crítica, radical pero también compasiva y tierna, profunda e intensa.
              Los graduados, encarando la difícil realidad de la incorporación laboral en este tiempo, se plantean el desafío del compromiso sociopolítico para llegar a la comprensión del mundo y poder  cambiarlo desde la implicación y participación ciudadana en las distintas estructuras sociales.
              Y el marco de todo esto es la ciudad de Fuente del Maestre, casa fraterna que nos acoge, calurosa, cercana y hermana a pesar del tiempo frío de estos días.
Alrededor de ochenta jóvenes venidos de Badajoz, Barcelona, Bilbao, Cáceres, Madrid, Palencia, Plasencia, Valladolid y Hawai (en representación de una realidad internacional de movimientos que laten con un mismo sentir alrededor del mundo) movidos con un motor incombustible de alegría, de la alegría del encuentro, del reencuentro, la alegría del sentido primigenio de la Pascua de la Resurrección, que a lo largo del tiempo se ha ido en gran medida devaluando bajo el peso de las representaciones centradas en la peso del sufrimiento, la pasión y la penitencia.
              Son todos estos signos de una esperanza que late en el mundo: Dios es joven y alegre… y el Evangelio es noticia, algo que para ser transmitido y nosotros estamos llamados a esta misión ilusionante porque esta noticia es demasiado buena como para no contarla; este tesoro, esta perla, es demasiado preciosa para no compartirla y la vida, en definitiva, es demasiado valiosa como para no entregarla.