viernes, 29 de junio de 2012

Recordar es crear


El maestro de Rímini, Federico Fellini, indiscutible genio cinematográfico, proyectó en su filmografía gran parte de las pasiones,  obsesiones, deseos y fantasías de su vida, así como las imágenes de su infancia, cuadros en blanco y negro poblados por personajes arquetípicos, ,caracteres de dos dimensiones que desfilan por los escenarios de su cine con el nostálgico sabor de la vivencia en el recuerdo.

El tiempo, las estaciones y los paisajes son  reflejos del estado interior de las personas y el tamiz por el que pasan los recuerdos en la distancia los hace tiernos, dulces y siempre frescos e intensos.

Es un arte donde se mezclan el delirio fantástico y los marcos detallados de la infancia, la juventud y el encuentro con la vida y el amor: recordar es crear, decía él, y cuando recordamos solemos edulcorar la fantasía, impregnarla con el poso del tiempo donde permanecen siempre  las sensaciones, impresiones y sentimientos que nos marcaron de manera profunda.

             
                   Un año se cumple en estos días de mi viaje a la India.

Como si fuera hace apenas una semana, en mi mente y mis sentidos está intacta esa primera impresión de la llegada a la gran urbe de Delhi, el bochorno sofocante de calor desde la mañana temprana, las calles abarrotadas, el tráfico caótico incesante y los olores inconfundibles de este país , crisol de culturas, creencias y realidades.

El acariciar la  pobreza del otro lado del mundo y verla de frente: las miserias de la gente pidiendo en las calles, los niños, las mujeres, la vida estallando en cada rincón de la gran ciudad donde las personas  comen, duermen o viven.







Y luego fue el descubrir el mundo, en mayúsculas, una juventud unida, latiendo con un mismo sentir, una juventud llena de energía y de vida, de Australia a Canadá, de la India a Portugal. Me hicieron descubrir que, a pesar de las diferencias culturales, geográficas… es mucho más lo que nos une que los separa.

Como si de unas naciones unidas a pequeña escala se tratara, en aquellas plenarias se habló, se debatió, se soñó el mundo de otro modo: muchos nombres, muchas personas grabadas en mi mente y mi corazón que me han inspirado y me inspiran cada día y me hacen sentir esa revolución latente, a veces silenciosa,  que tantas manos siembran en el mundo y que trabaja en las personas y sobre todo en muchos jóvenes que día a día se despiertan con el horizonte de la esperanza y la mirada puesta en los más olvidados de la Tierra. Así rezaba el lema del encuentro: Crisis y conflictos en el mundo. Los estudiantes ofrecen esperanza.

Y hoy que todos temblamos ante el rescate, la prima de riesgo y la estabilidad del país, yo vuelvo a sentir la mirada de Jesús y el riesgo de cruzar a la otra orilla, al pensar en aquellas conciencias occidentales y orientales que ponen cada día sus vidas, su corazón y su esfuerzo en buscar la verdadera justicia mundial.

Hace un año yo echaba la mirada atrás y veía alejarse los colores de la India, sus acentos y sus mosaicos, pero todo ello quedaba grabado irremisiblemente dentro de mí.

 





Y mientras tanto, algunos miles de kilómetros más allá, sin que yo pudiera llegar a tiempo siquiera para despedirle, cerraba los ojos mi abuelo Félix, después de 84 años de vida humilde y sencilla dedicada a la siembra silenciosa en su campo, su mujer, su familia.

             Silenciosa, la siembra, como las grandes siembras del mundo y como las grandes semillas que siguen cayendo y germinando cada día, a pesar del viento y la intemperie. Porque a pesar del viento lo que cala hondo permanece y recordar es crear, reavivar como el fuego a todas aquellas personas que pasan y pasaron por nuestra vida y configuran lo que vivimos , lo que sentimos y lo que somos.

lunes, 11 de junio de 2012

Las migajas de los poderosos



Y volvimos a salir a la calle. Esta vez para apoyar a la Orquesta de Extremadura.

El Gobierno autonómico, después de presionar a la orquesta con el pago de una deuda en unos plazos insólitos para cualquier empresa u organización, se vio abocado a buscar otra vía para ahogar las garantías de continuidad de este proyecto a largo plazo.

Y lo hizo modificando el contrato de sus trabajadores e imponiéndoles unas condiciones que dificultan la periodicidad de los conciertos,  llevando a los músicos a una situación de desempleo varios meses al año y que supone, a todas miras, la antesala del despido y la extinción de la entidad.

Y el pueblo y la ciudadanía extremeña, que parece no entender de deudas ni de fluctuaciones macroeconómicas, acudió el pasado sábado a la Plaza de España a disfrutar de su orquesta.

El programa, conformado por Las Bodas de Luis Alonso, El candil y fragmentos de la Quinta y la Novena  sinfonías de Beethoven,  ponía de relieve la conexión inexcusable entre la música clásica y el folclore popular, demostrando que éste no es tipo de música académica agotada en pelucas decimonónicas y discos de vinilos cubiertos de polvo sino un organismo vivo, identidad de un pueblo que se expresa a través de ella y vibra y late al ritmo de sus compases.

Así lo demostró la jornada del sábado, en la que todo músico, estudiante o aficionado podía sumarse a la plantilla para hacer más grande y significativo el evento: en nuestra orquesta sinfónica hubo saxofones, flautas de pico y voces y coros improvisados, alzando la voz para decirle a los políticos que no estamos aquí, como dijo Santiago, el representante de los músicos de la OEX, para repartirnos “las migajas que caen de la mesa de los poderosos”.

En este momento en que se habla de inyecciones de dinero millonarias y rescates a los bancos, se vislumbra la extinción de esta agrupación de enorme valor para el desarrollo y promoción cultural de nuestra región simplemente por la falta de voluntad y diálogo de la clase política.

Evidentemente , la orquesta habrá de sujetarse a unas programaciones más austeras: a lo mejor hay que reducir el número de conciertos, la ambición de sus programas o traer a menos solistas y directores invitados.

Pero pasar a unas condiciones que anuncian su futura extinción es ir demasiado lejos. Esto muestra nuevamente la enorme brecha existente entre la sociedad, sus deseos y sus preocupaciones y el hacer de los que nos gobiernan.

Así me pareció cuando vi cómo la gente intentaba acercarse y protestaba porque el tráfico no estaba cortado en la plaza.

En ese momento, el concejal de festejos, Rodríguez de la Calle, se abría paso con su coche para salir del escollo y eludía los comentarios de la gente que le instaba a escuchar las reivindicaciones de los manifestantes.

Pero yo no pierdo la esperanza porque al fin y al cabo somos nosotros (Como decía Ma Joad en Las  Uvas de la ira:  Somos el pueblo, existiremos siempre” ) los que tendremos la última palabra y decidiremos cómo y con quién queremos salir de esta crisis y refundar nuestra sociedad y nuestro modo de vivir.

Y yo seguiré saliendo a la calle, alzando la voz y los instrumentos, o firmando escritos y manifiestos con aquellos que están convencidos de que las personas no se miden en términos de rentabilidad , que la cultura y el arte están por encima de los partidos, los políticos y la economía y que el verdadero capital, el verdadero tesoro de una sociedad no está en cosas que se puedan nacionalizar, privatizar o rescatar.

miércoles, 6 de junio de 2012

Somos España, somos Europa


No soy para nada aficionado al fútbol. Nunca me ha interesado este deporte lo más mínimo. Incluso cuando me veía obligado a jugar en el colegio o instituto por imperativos sociales o académicos era siempre el último al que elegían para configurar los equipos y siempre me adjudicaban el puesto de defensa para no correr mucho ni tampoco arriesgarse a darme la responsabilidad de la portería.

Si jamás me ha entusiasmado jugar a este deporte, mucho menos verlo en las retransmisiones televisivas o partidos en directo. Desconozco la mayoría de sus reglas y  me suscita más bien poca emoción que sean unos u otros los que ganen.

Sin embargo, no puedo ser ajeno a toda  la oleada mediática que hay en estos días en torno a la competición de la Eurocopa. Hace unos días el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, arengaba a la selección española antes de su partida para tan importante evento: “los españoles necesitan una alegría ahora en estos tiempos tan complejos y difíciles”.


No es la primera vez que nuestra selección proporciona esta inyección de motivación al pueblo español: ya lo hicieron en el mismo evento hace cuatro años y el pasado 2010 con el mundial.

Estos acontecimientos despiertan ante todo ese sentimiento nacional que todos llevamos dentro: la multitud anula o esconde al individuo y es en ésos momentos de euforia colectiva cuando todos celebramos la victoria y gritamos eso de ser españoles, españoles, españoles.

Aún recuerdo mi reacción ante el sonado triunfo español en Sudáfrica. Estaba yo en el primer día de campamento de verano de la JEC y me alegré, fundamentalmente, por la motivación que iba a suponer para todos de cara al trabajo de aquellas jornadas. También grité y salté, aunque no sabía quién era Iniesta y creo que fue el primer partido de fútbol que había “seguido” de principio a fin en mi vida.

Aquella noche todos fuimos y nos sentimos más españoles: España era Iniesta, Casillas y Sara Carbonero, y esa maravillosa selección a la que le dieron el Príncipe de Asturias y todo esos millones que se embolsaron y que la Hacienda española vería volar alegremente hacía Suiza o hacía otros paraísos fiscales sin darles una leve caricia.

Y África era el Waka waka, y los leones, y Shakira bailando en la sabana.


Ahora nos vamos para Ukrania y, mientras no cesan los altercados allí por las protestas políticas o las manifestaciones de mujeres que denuncian la prostitución y el turismo sexual que se van a generar en los previos y durante la Eurocopa, nosotros partimos alegres porque podemos ser campeones otra vez, porque seremos más Europa que nunca y seremos más españoles que nunca, sobre todo nuestros jugadores, que podrán llevarse hasta 300.000 euros por cabeza si ganan la competición, que patrióticamente seguro que tributan de nuevo en otro país.

Y es que en esto del fútbol no hay crisis, no se puede escatimar para darle al pueblo español la alegría que necesita.

Por eso los clubes tienen una deuda de unos mil millones de euros con Hacienda y la Seguridad social y siguen sometidos a un régimen fiscal bastante más suave que los demás en cuanto a la imposición y a los plazos que ni este gobierno ni los anteriores se han atrevido a tocar (este país tiene una devoción y un apego demasiado grande al fútbol y muchos votos se tambalearían)

Y mientras tanto viene a mi cabeza el pasodoble de la murga Los niños del carnaval de Badajoz, aquellos ninjas que, ya en 2009,  celebraban el triunfo español en la Eurocopa de 2008 y pronosticaban la futura victoria mundial y la situación del país:



“Y con razón ahora no habrá quien ya a nosotros nos gane. Por eso salen en trompa tres millones de españoles tos´ los días a la calle. Y aunque nunca les darán las medallas ni las copas, siempre tendremos aquí que España es campeona de parados en Europa”.