miércoles, 6 de junio de 2012

Somos España, somos Europa


No soy para nada aficionado al fútbol. Nunca me ha interesado este deporte lo más mínimo. Incluso cuando me veía obligado a jugar en el colegio o instituto por imperativos sociales o académicos era siempre el último al que elegían para configurar los equipos y siempre me adjudicaban el puesto de defensa para no correr mucho ni tampoco arriesgarse a darme la responsabilidad de la portería.

Si jamás me ha entusiasmado jugar a este deporte, mucho menos verlo en las retransmisiones televisivas o partidos en directo. Desconozco la mayoría de sus reglas y  me suscita más bien poca emoción que sean unos u otros los que ganen.

Sin embargo, no puedo ser ajeno a toda  la oleada mediática que hay en estos días en torno a la competición de la Eurocopa. Hace unos días el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, arengaba a la selección española antes de su partida para tan importante evento: “los españoles necesitan una alegría ahora en estos tiempos tan complejos y difíciles”.


No es la primera vez que nuestra selección proporciona esta inyección de motivación al pueblo español: ya lo hicieron en el mismo evento hace cuatro años y el pasado 2010 con el mundial.

Estos acontecimientos despiertan ante todo ese sentimiento nacional que todos llevamos dentro: la multitud anula o esconde al individuo y es en ésos momentos de euforia colectiva cuando todos celebramos la victoria y gritamos eso de ser españoles, españoles, españoles.

Aún recuerdo mi reacción ante el sonado triunfo español en Sudáfrica. Estaba yo en el primer día de campamento de verano de la JEC y me alegré, fundamentalmente, por la motivación que iba a suponer para todos de cara al trabajo de aquellas jornadas. También grité y salté, aunque no sabía quién era Iniesta y creo que fue el primer partido de fútbol que había “seguido” de principio a fin en mi vida.

Aquella noche todos fuimos y nos sentimos más españoles: España era Iniesta, Casillas y Sara Carbonero, y esa maravillosa selección a la que le dieron el Príncipe de Asturias y todo esos millones que se embolsaron y que la Hacienda española vería volar alegremente hacía Suiza o hacía otros paraísos fiscales sin darles una leve caricia.

Y África era el Waka waka, y los leones, y Shakira bailando en la sabana.


Ahora nos vamos para Ukrania y, mientras no cesan los altercados allí por las protestas políticas o las manifestaciones de mujeres que denuncian la prostitución y el turismo sexual que se van a generar en los previos y durante la Eurocopa, nosotros partimos alegres porque podemos ser campeones otra vez, porque seremos más Europa que nunca y seremos más españoles que nunca, sobre todo nuestros jugadores, que podrán llevarse hasta 300.000 euros por cabeza si ganan la competición, que patrióticamente seguro que tributan de nuevo en otro país.

Y es que en esto del fútbol no hay crisis, no se puede escatimar para darle al pueblo español la alegría que necesita.

Por eso los clubes tienen una deuda de unos mil millones de euros con Hacienda y la Seguridad social y siguen sometidos a un régimen fiscal bastante más suave que los demás en cuanto a la imposición y a los plazos que ni este gobierno ni los anteriores se han atrevido a tocar (este país tiene una devoción y un apego demasiado grande al fútbol y muchos votos se tambalearían)

Y mientras tanto viene a mi cabeza el pasodoble de la murga Los niños del carnaval de Badajoz, aquellos ninjas que, ya en 2009,  celebraban el triunfo español en la Eurocopa de 2008 y pronosticaban la futura victoria mundial y la situación del país:



“Y con razón ahora no habrá quien ya a nosotros nos gane. Por eso salen en trompa tres millones de españoles tos´ los días a la calle. Y aunque nunca les darán las medallas ni las copas, siempre tendremos aquí que España es campeona de parados en Europa”.



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