martes, 31 de diciembre de 2013

Porque estuvimos allí

Cuando me paro a contemplar mi estado
y a ver los pasos por do m'han traído,
hallo, según por do anduve perdido,
que a mayor mal pudiera haber llegado;
(Garcilaso de la Vega)


Frente a frente, hoy te miro y no vacilo un instante en reconocer que ha merecido la pena. Uno más. Y sí, claro que ha habido de todo: luces y sombras, sonrisas y lágrimas, cales y arenas pero ¿Qué buena película, qué brillante guion o qué misteriosa intriga se echan a andar con unos ingredientes distintos?

Tú lo sabes bien. Al final esas cosas nos curten, nos perfilan pero somos nosotros, siempre, los que vamos moldeando el barro húmedo para darle la forma que hemos imaginado tantas veces y, viendo el resultado, podemos decir que cada vez se parece más a esa figura, al boceto que dibujamos una vez, ilusionados, en el papel en blanco de aquellas tardes, proyectos de vida…

¿Y cómo íbamos a pensar que, a pesar de los nervios de la noche antes del examen o la incertidumbre de la larga espera, acabaríamos contemplando las estrellas bajo el cielo raso en una noche de verano, o que la inspiración vendría en el momento más inesperado como la brisa silenciosa y anónima de una mañana despejada en forma de fumata blanca, latina y pobre,  San Francisco predicando a los pájaros, o que Nuria extendería su mano diminuta para acariciar el mundo un mes antes del estreno?  Decrecer para crecer

Y es verdad que han partido algunos de los grandes. El viejo Madiba cogió el barco después de una larga despedida y, aunque llevábamos tiempo esperándolo, es inevitable que nos entristezca después de una vida tan dilatada de entrega y lucha. Una vida, una vida es poco para conocer el mundo, para abrazarlo y comprenderlo y, sin embargo, nadie ha tenido más que eso, ni los más grandes ni los más pequeños, para llevar a cabo las más bellas empresas.


         También se fue  el maestro Argenta, el golpe de batuta que marcó el despertar de la magia de la música en nuestra infancia y hoy nos hace a muchos buscar caminos entre armonías ensoñadoras y pentagramas inquietos. La música, la literatura, el cine, el arte, la poesía, el telón de fondo, la banda sonora de nuestra vida, ese caleidoscopio privilegiado para ver el mundo a través del espejo de la belleza, dentro del laberinto, cadencias

Y nos vimos, otra vez, como ese Chaplin de Tiempos Modernos , ingenuos e inconscientes, pero apasionados, inmersos, sin darnos cuenta, en el tumulto embravecido de la calle, convertidos en abanderados de causas ajenas y propias para alimentar la lucha por la justicia y prender antorchas de esperanza. Igual no conseguimos transformar nada más que nuestro corazón gélido e indolente, a lo mejor despertamos alguna búsqueda adormecida o dibujamos el vuelo de una mirada perdida, vivencias… pero estuvimos allí.

           Y se va poniendo, Miguel, “ el tiempo amarillo sobre mi fotografía”  y juntos  seguimos remando mar adentro y si Paulette Goddard me da la mano esta noche  yo me pierdo  con ella en el horizonte del último fotograma de este 2013 para darte las gracias  y desearte las mejores vivencias y cadencias para el 2014.

Feliz año nuevo.


martes, 24 de diciembre de 2013

Hoy que naces




Extraño, bello, frágil, contingente,
oculto y silencioso en lo profundo,
anónimo en la noche y en el mundo,
te haces uno más entre la gente.

Alientas con tu llanto generoso
la espera de la tierra y de los hombres.
Cercenas bajo el filo de tu nombre
la plácida doblez del poderoso.

Hoy que naces, sin prisa, sin tardanza,
acercas a la lumbre de esta casa
el barro de tu pan y tu justicia

y los dedos, rendidos de esperanza,
se hunden, sudorosos, en la masa:
semilla, levadura, sal, caricia.








jueves, 19 de diciembre de 2013

Estación de autobuses.



A pocos minutos de las ocho de la tarde, noche oscura y fría. El autobús, cerrado. Veinte o veinticinco minutos de parada reglamentaria. Los viajeros esperando fuera, ida y venida, el cigarro en la mano, una calada rápida, una mirada al reloj. Me acerco al autobús procurando no alejarme demasiado del bar que me proporciona la conexión wifi. De pie, delante de un banco, una voz masculina, educada. “Perdón”. No entiendo bien lo que viene después. Me giro y me acerco para que me lo repita. Son treinta y tantos largos o cuarenta, la cabeza despejada por la calvicie avanzada, una sudadera sencilla, las manos en los bolsillos. Buen aspecto. De nuevo “Perdón” y después que si tengo dos euros que le faltan para completar el importe del billete. Ahora me doy cuenta. Lo siento. El final de la intervención, la palabra vacilante, la mirada cabizbaja, el ademán inseguro te delatan. Concluyo, mucho antes de inspeccionar los bolsillos de mi cazadora, que no tengo nada suelto que ofrecer y me lamento para seguir caminando y perderme en la multitud que espera la apertura del autobús. Nueva destinataria: la chica sentada en el banco. La misma petición y negativa rotunda y aire despreocupado. Él se levanta, camina con disimulada intranquilidad. Se pierde, va y viene, señor mayor en el otro extremo de la estación, brazo en el hombro con gesto compasivo y vuelta al banco, ahora vacío, para sentarse, atusar el pelo con nerviosismo, intentar construir la fingida normalidad en la soledad del trasiego. Ida y venida y tú te quedas ahí y yo me monto en el autobús, me monto en el autobús o en el tren o en la vida mientras tú te quedas, como siempre y con los tuyos, te quedas en la estación, en la parada , en la puerta, en la frontera, en la periferia, sin que nadie te de los dos euros para emprender el viaje como todo el mundo y yo voy subiendo y una última mirada para ver lo que deja traslucir el cartel de peligro,  yonki, drogadicto y me asomo a la historia truncada, la familia abandonada, los sueños rotos, la juventud partida y me pregunto ¿Dónde queda la dignidad perdida? ¿Dónde se compra la esperanza?