domingo, 12 de mayo de 2019

L´amour court les rues


Ese hombre de mediana edad tiene la mirada cansada
en una cafetería de Madrid a pocos metros de los cines Renoir.
Sostiene con firmeza una taza de café y el argumento
de que cuando uno está enamorado olvida las tablas de multiplicar.
Ella, algunos años mayor que él, asiente
y oculta su hastío
tras las gafas de sol
y una copa temblorosa de vino.
Cuando uno está enamorado, insiste, olvida los resultados del Madrid Betis del domingo.


La memoria era otra cosa.
El amor debe de tener algo que ver con eso.
Con que hace unos años las mamás de nuestro país
llevaban sonajeros de recién nacido a sus fusilamientos.


La sala de espera es un jardín de soledades anónimas en el aeropuerto de Paris Orly.
Suena una música para piano (Gymnopédie 1 de Satie)
y tras la puerta de los baños una pintada rebelde declara
The good times are killing me”.


Arde Notre Dame
y llueve.
A ella le preocupan otras cosas, viste, la urgencia
de unos pantalones apretados contra un cuerpo de asfalto.
Cuando llega la noche
hay un reclamo de calor en la intemperie de los cajeros
y han venido a sentarse en el escaño los nostálgicos cruzados de la cristiandad.


Paseo por Montmartre.
De nuevo, el silencio en la basílica, los escaparates, el tiovivo detenido,
una galería que ofrece
miradas a sexo descubierto.

“El amor corre por las calles”, ha escrito alguien
en el paso de cebra.
A ver si con la próxima reforma educativa
la circulación vial y el corazón
dejan de ser asignaturas pendientes
en el currículum de las escuelas.