domingo, 31 de diciembre de 2017

Las manos de Dios deben de ser como las tuyas





Las manos de Dios deben de ser como las tuyas,
con ese calor
a vida recién traída.
Con esa
calma nocturna
que habita silencios y aquieta heridas.
Esa
agitación
que, en la espera, delata palmo a palmo
la impaciencia nerviosa de aguardarnos.


Tus manos vienen de ayer, saben de muchas cosas.
Han tentado el tiempo, la lucha, la poesía.
Se han alzado, indómitas, por causas que una vez
se alumbraron con dolores de parto y utopía.


Tus manos del sur tienen fragancia oscura,
perfume que en la noche se estremece.
Heladas, se despiertan al tocarte,
estallido de mil peces, agua viva.


Tus manos del norte son manos guerrilleras
que sudan, tapan, sienten, rozan, piden.
Abrazan, calman, cuidan, permanecen.
Sostienen desde el fondo. Atrás, anónimas,
militan por las venas de la historia.


Son tus manos, en fin, arqueología
del Reino.
Buscan huellas perdidas en la noche,
caminantes abatidos en la orilla.


Pintan tus manos, a fuerza de intuiciones,
sueños blancos de esperanza colectiva,
mañanas de un mañana que promete,
salvaje,
memoria, libertad, justicia y vida.






Imagen: mural de arte urbano en las calles de Salamanca