lunes, 15 de julio de 2013

Esto es África



“Érase una vez, dentro de un mundo gris, luchando por salir, una mijita de color”
Extremoduro.




Los conozco desde hace poco menos de cuatro o cinco años.  Durante ese tiempo (escaso habitualmente, para mí, cuando se trata de entablar amistades duraderas) han pasado a formar una parte fundamental de mi vida, una parcela que habla mucho de lo que soy, de lo que busco y de lo que siento.
Me encontré con ellos en mis primeros campamentos de la JEC, en Perales del Puerto y Torre de don Miguel.  A mí, que era un chaval de 18 años cómodo en la seguridad de mi círculo de relaciones de Badajoz y que acababa de terminar con brillante expediente mi etapa de Bachillerato, me despertaron la inquietud de la aventura, el riesgo de la novedad y el calor de la amistad fraguada en noches de tiendas de campaña.
Son del norte de Extremadura, de Plasencia, esa tierra de “irus”  que es también cuna de la lírica desgarrada de Extremoduro con la que tanto les identifico.
Siempre están dispuestos para noches de fiesta y borrachera, para planes improvisados, visitas imprevistas y escapadas fugaces pero, además, son los interlocutores perfectos para conversaciones que se extienden en una cama con tres o cuatro personas hasta altas horas de la madrugada. Son los confidentes idóneos para una puesta  al día de tu vida en cinco minutos tras meses sin veros que te hace sentir la mirada de ternura del hermano que te aconseja y te conoce como si hubiera caminado toda su vida a tu lado.
Como siempre ocurre en verano por estas fechas, además de retomar el estudio del piano y la literatura, estoy inmerso en la preparación de las Jornadas de formación de la JEC que tendrán lugar dentro de una semana en Losar de la Vera.
Procuro quebrarme la cabeza para intentar hacer de este trabajo algo ameno e interesante. Intento pensar en  quiénes serán los universitarios que vendrán para desarrollar actividades que los despierten y activen. Y este año  no puedo evitar tenerlos, como siempre, en la cabeza , aunque sé que no estarán.
Después de varios años desarrollando un proyecto para documentarse, sensibilizarse y dar  a conocer la situación de Benin, dentro de tres días se marchan al continente africano con la sed experiencias, el deseo de abrazar la realidad del país y su pobreza y el corazón dispuesto para dejarse afectar por todo.
A mí, como en tantas otras facetas, me seducen con su valentía y su apuesta por lo alternativo. Me conmueve pensar que tengo compañeros  hoy que, más allá de la tensión de enfrentarse a la coyuntura actual y a los límites que ésta marca (la incertidumbre del futuro, las pocas posibilidades laborales…)  ponen su inquietud en las necesidades de los más pobres.

            Os deseo que vayáis dispuestos a empaparos de todo, a abrir bien los ojos y a lanzaros confiados a la aventura de esa África que os espera hambrienta de emociones, abrazos, miradas y sonrisas placentinas.


¡Buen viaje!


lunes, 1 de julio de 2013

El Reino no puede esperar

Podrán esperar
los himnos jubilosos del mañana,
los desfiles anacrónicos de lustre y poderío
y las promesas de prosperidad maquilladas
que escupen las bocas de presuntos mesías
salvadores de la patria.

Podrán esperar
los cáusticos pasillos acartonados
de burocracia infinita.

Podrá esperar
el rescate del magnate.

Podrán esperar
las fotos, las cumbres, los acuerdos,
las reuniones que postulan, deliberan, dictaminan.

Podrá esperar el fango en las conciencias
de los señores que ríen a mesa puesta
y gimen aflicciones a la galería.

Pero no podrá, no,
no podrá esperar
el olvido de los que duermen
en las cuencas del olvido.

No podrán esperar, vacías,
las tripas de los niños
que lloran en los pozos del abandono.

No podrá esperar
el retorno del exiliado,
el abrigo del desahuciado.

No podrá esperar
la revolución silenciosa del lebrillo
ni el perfume derramado sobre los pies,
como agua que sacia la sed,
como lluvia que anega los campos,
como candil que alumbra un abismo.

Podrán esperar
los discursos, las banderas, las ideologías
pero no esperará
la primavera asomando
por las ventanas de la historia.

No esperará,
como tampoco espera,
la leve cadencia del Sol
ni el vuelo indómito de tu risa en la mañana.

Hoy no puede esperar más
tu savia encallada en mi boca
ni la ansiedad de este mundo
que extiende sus brazos para acariciar
la esperanza proclamada en una brisa
la alegría inventada en tu sonrisa
y la vida prometida en un susurro.