lunes, 13 de julio de 2020

El día que murió Ennio Morricone


Se ha muerto Ennio Morricone y nosotros
que pensábamos que todavía lo veríamos
coger la batuta una vez más
reapareciendo
en uno de esos conciertos
en homenaje a toda su carrera.

Sergio Leone le dijo a Ennio Morricone
que la música le daba
más de la mitad
de su significado a una película
y Ennio compuso para él
la banda sonora de Hasta que llegó su hora
antes de que Bernardo Bertolucci escribiera el guion.
Bertolucci quería colocar la cámara
bajo la falda de Claudia Cardinale
al apearse del tren
para capturar su sexualidad telúrica
incendiando
las colinas de Monument Valley y el desierto de Almería
pero el bueno de Sergio
con su ojo de fisonomista romano
curtido como ayudante de dirección
en los péplums de los cincuenta
impuso su mirada poética
sobre la versión definitiva.

Así, nos regaló el plano inolvidable de Claudia,
la primera mujer (con permiso de Joan Crawford)
protagonista de un western, ese género de factura antigua
y de cariz irremediablemente masculino.
Ni el coloso de la interpretación Henry Fonda
concitando en su mirada azul
toda la maldad del mundo
ni el estoico Charles Bronson
pudieron hacerle sombra.

Claudia bajando del vagón
con su belleza italotunecina
inauguraba el cine, traía
las vías del tren
las medidas del progreso
el trazado de la civilización
sobre una tierra sin ley, un oeste
salvaje
que daba sus últimos coletazos
antes de su extinción inexorable.
Sergio pintó en cinemascope el lienzo
para el que Ennio había compuesto
una de las melodías más bellas de la historia del cine.

Los dos viejos amigos volverían a trabajar
juntos por última vez
para firmar el capítulo final
de esa crónica del paso
a la mayoría de edad
de un país fraguado bajo la ley
del fuego a quemarropa
en las calles, los alijos
de alcohol en los guetos
y la rutina de titulares
de prensa salpicados en sangre.

Pero Ennio volvió a Italia
para señalarte sin contemplaciones
a ti, que encerraste en una caja de viejos recortes de celuloide
los sueños esparcidos
por el camino pedregoso de la infancia
para acariciar el éxito -ahora tus paisanos te tratan de usted-
junto a una mujer en tu cama, que siempre es distinta
y que nunca le presentas a tu madre.

Hubiéramos sido siempre niños
bajo el sol de Sicilia. La patria
eran las letras encendidas del Paradiso,
el primer amor, la sabiduría de Alfredo.
Ennio Morricone le regaló a su hijo Andrea
la autoría del tema
que nos enseñó que solo
podemos recordar quiénes somos
mirando nuestro reflejo en los fotogramas
censurados de un paraíso remoto
en el que, sin movernos de una butaca,
todo era posible.




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