jueves, 15 de junio de 2017

Génesis



¿Recuerdas la costilla, aquel primer
momento en que la vida comenzaba?
Y el mundo tan reciente a nuestros pies.
Sin huellas, sin palabras, sin memoria.
¿Recuerdas? Esa brisa inauguraba
las cimas, los pilares, los sentidos.
El mar y tú, el primer atardecer.
La mañana preñada de sonidos.

De barro los latidos, los anhelos.
Con pulso de barro, y barro enamorado,
tomamos todo el tiempo en nuestras manos.
Guardamos un jardín de azul y rosas.
Nos miramos, dimos nombre a cada ser.
Remecimos la medida de las cosas.

Plantamos a la sombra, en el ocaso
la semilla de una tempestad furiosa:
fruta amarga y profunda de placer.
Derramamos la sustancia oscura, intensa.
Mordimos el amor a flor de piel.

Y clamamos hacia el cielo y las entrañas
de la tierra los llantos de un destierro
forzoso como todos los exilios,
eterno como todos los inviernos.

Y nómadas, al este del Edén,
olvidamos nuestra patria, nombre y tiempo.
Nos lanzamos a una ruta sin destino,
comenzamos un peregrinaje incierto.

Hoy los vientos nos susurran ¿no los oyes?
con cadencia de pozos y silencios
los hogares donde fuimos, los paisajes
que inventamos en la sed de los desiertos.
Bocas que vuelan, estelas, mariposas,
luces blancas vacilantes en el cielo.
Piedras preciosas al borde de un camino
que, inconscientes, recorrimos sin saberlo.








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