Dices que no se puede salir
guapa en invierno
y es que este frío se ha
instalado en nuestros cuerpos
como visitante que, sin avisar,
vino a quedarse por demasiado tiempo.
Adormece los sentidos, nos
paraliza, nos hace deambular,
nos encierra hacia adentro.
Quiere detener nuestra pasión
y nos condena a la cárcel de
los intentos.
Esta noche, diez furgones
policiales están peinando Lavapiés.
Junto al muro, las caras
consternadas, el silencio de sables, las manos contra la pared.
Miradas ajenas pasamos de largo
y grita una pintada rebelde: “Este establecimiento destruye el comercio de
barrio”
pero es difícil dolerse por
esas cosas
si vivimos refugiadas
en una transición de luz entre
espaldas enlazadas.
Dicen las pintadas que “Este establecimiento explota a sus
trabajadores”
pero es tan fácil mancharse
si seguimos habitando este
paraíso cotidiano
de miradas que se acercan,
serpientes acuáticas
y lunas que tiemblan.
Dices que se trata de ensanchar
el corazón y sus constelaciones de arterias
para abrazar
fuerte, grande y largo
las raíces de la tierra.
Háblame de la vida, la justicia
y el amor.
Susúrrame que es posible, que
el verano está a la vuelta.
Llévame al lugar donde las
revoluciones se inventan.
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