Hace
poco más de una semana fui al cine a disfrutar de la última entrega de la
trilogía del Caballero Oscuro de
Christopher Nolan.
Esta nueva
versión del personaje de Batman impresionante visualmente, al tiempo que
profunda y rica en implicaciones filosóficas y sociales, me hizo pensar y no
poco, a la luz de las reminiscencias que vierte en torno a los conflictos
sociales y políticos que hoy asolan al mundo y a nuestro país en especial.
Hay quienes
quisieron ver en este film una crítica o reflejo de la repercusión del
movimiento 15 M.
El
nuevo Batman de Nolan pone énfasis en el deber del Caballero Oscuro como
justiciero que ya no actúa de manera individual sino como emblema de la ley y
el orden, de la salvaguarda de unas estructuras sociales cimentadas, en un
principio, para preservar la convivencia pacífica entre individuos.
El villano,
en esta ocasión, Bane, es una bestia humana surgida de las sombras que ha
crecido en un pozo oscuro en algún lugar de Oriente Medio y que no ha conocido
más que el dolor y la desesperación desde su nacimiento. “No hay desesperación
sin esperanza” decía, cuando contemplaba la luz que asomaba en lo alto del
pozo, al tiempo que observaba el trágico destino de todos los que intentaban
subir para escapar de tan espantoso lugar.
El
caso es que este Bane parecía encarnar el caos, la idea de que no hay redención
ni salvación posible…por eso en cierto momento irrumpe en una oficina de Bolsa
(que bien podría ser Wall Street) dispuesto a sembrar el terror. Cuando libera
a todos los reclusos de las cárceles, éstos celebran juicios improvisados por
los que van pasando todos los millonarios especuladores, banqueros, políticos y
policías para que ser finalmente condenados a la muerte o al exilio (que
supone, igualmente la muerte).
Mi entendimiento
del cine como entretenimiento por encima de todo me lleva a no tomarme con
literalidad estas implicaciones que la mente sesuda o el espectador ávido
podían sacar de la película y prefiero admirar sin más pretensión el gran
trabajo cinematográfico de Nolan sin prejuicios.
Evidentemente,
veo este espectáculo apocalíptico en las
antípodas de la realidad pero si, a pesar de ello, intento buscar relaciones y coincidencias me
topo de lleno con un mensaje tremendamente conservador, que escucho muy a
menudo últimamente al hilo de los acontecimientos más recientes: la idea de que
es necesario preservar ante todo la ley y el orden, cumplir aunque sea ciegamente las leyes que se nos imponen y seguir siempre las reglas del juego ya estipuladas por unos pocos...La idea de que salirnos de este tablero tan bien delimitado nos puede sumir en el caos y el desorden más absoluto.
Cuando
un iluminado de IU como el alcalde de Marinaleda irrumpe en un Mercadona para
robar alimentos muchos se llevan las manos a la cabeza, pensando adónde vamos a
llegar con esto.
Este acto
aislado, que no justifico en modo alguno puesto que es evidente que no son las
formas ni los medios adecuados, no me parece alarmante si la idea es denunciar
la situación de pobreza y desprotección que sufren muchas personas ante la
crisis que vivimos, siempre que se haga sin agredir a nadie, desde la
subversión pacífica y la no violencia.
Asimismo,
muchos médicos declaran que infringirán la ley si ésta les impide continuar
suministrando el tratamiento que necesitan enfermos a pesar de ser inmigrantes
en situación irregular.
Me dan
especial miedo estas leyes que acarician la xenofobia y racismo más incipiente,
como esa nueva iniciativa del gobierno catalán que insta a denunciar vía móvil
la presencia de mendigos en los trenes, catalogándolos como vagabundos,
músicos ambulantes, vendedores ambulantes…
Pero
a pesar de eso a muchos les seguirá pareciendo más alarmante el robo del Mercadona, la desobediencia de quienes se
niegan a acatar las leyes de sanidad del gobierno y la insurrección de los que
se manifiestan y ocupan plazas ilegalmente para vocear y faltar el respeto a
las autoridades…porque todo eso pone en riesgo el orden público, la seguridad, y las estructuras sociales, esas estructuras sociales cuyos cimientos aprisionan y ahogan a tantos
abajo para mantener el estatus, la calidad de vida y la comodidad de otros muchos que vivimos
arriba.
Buena reflexión Alvaro. ¡¡Muy buena!!
ResponderEliminarSaludos.
Sin comentarios...me lo comulgo entero. NO tengo ningún miedo al alcalde de Marinaleda... ni a los jóvenes en estas plazas de la indignación...
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