jueves, 3 de mayo de 2012

De los palomos, la Iglesia y la tolerancia


Hace unas semanas iba del conservatorio camino a casa y vi un maniquí de color rosa visiblemente colocado en un balcón del Casco Antiguo.
Me llamó la atención y al momento me di cuenta de que había otros en los escaparates, en las terrazas e incluso dentro de alguno de los bares que solemos frecuentar los estudiantes que nos movemos por aquella zona.
En pocos días han ido a apareciendo más,  decorando vistosamente la parte histórica de la ciudad. Pronto me enteré de que se trataba de una de exposición artística itinerante que ha venido a Badajoz, aprovechando la "caravana de palomos" que tendrá lugar el próximo sábado.
Como muchos sabrán a estas alturas, el detonante de este evento fueron unas declaraciones emitidas en una entrevista radiofónica  el pasado año por Don Miguel Celdrán, alcalde de nuestra ciudad, en las que afirmó que “en Extremadura a los palomos cojos los echamos para otro lado”, haciendo referencia al colectivo homosexual.
Extremadura es una tierra sana y fuerte”, apostilló.
Los medios de comunicación se hicieron eco de estas declaraciones, especialmente La Sexta, que promovió desde su programa El intermedio una respuesta masiva : la caravana de palomos, una fiesta en la plaza alta por la tolerancia a la que asistió gente de toda España.
Parece ser que visto el éxito del asunto se ha decidido repetir el evento, lo que desde el punto de vista turístico le puede venir bastante bien a la ciudad.
Personalmente, imagino que habrá personas homosexuales que se vean identificadas por este evento y otras que no, ya que habrá a quien no le agraden las multitudes y la aglomeración. Sin embargo, me parece necesario y natural el derecho de expresar en libertad esta orientación, puesto que históricamente ha habido una discriminación y falta de tolerancia a la realidad homosexual. Eso motiva, al igual que en el movimiento feminista, un deseo de expresión y de afirmación que la sociedad y la historia muchas veces han negado y reprimido.
Al hilo de todo esto y a pesar de que no me guste entrar en polémicas no puedo ser indiferente en estos días a las sonadas palabras del Arzobispo de Alcalá de Henares y de cierto sector de la jerarquía eclesiástica que se enfunda y  se reviste de una potestad divina de la que no pocos discrepamos para opinar de estos temas, creyéndose en la autoridad de dirigir el pensamiento de toda la comunidad creyente como si de la Palabra de Dios se tratase.
El arzobispo de Alcalá no duda en relacionar las palabras homosexualidad con prostitución e infierno y frente a ésto algunos obispos se desmarcan y piden dignidad y respeto, si bien la Conferencia Episcopal cierra filas y secunda las palabras de Reig Pla.
Me preocupa mucho que ésta sea la imagen que la Iglesia ofrece al mundo, o bien que sea la imagen que se filtre de la Iglesia al mundo a través de un sector que no deja de ser muy pequeño pero que es el que habla siempre delante de los micrófonos y los altavoces  (tal vez es también porque a la otra Iglesia no le suelen poner los micrófonos delante. Se cotiza mucho más la polémica y la controversia. Aún no he visto ningún reportaje de la labor que Cáritas está realizando con innumerables familias para afrontar  las dificultades de la crisis).
En cualquier caso, no puedo ser indiferente ni dejar de expresar mi opinión ante unas posturas que tanto me duelen.
Me duelen especialmente por el colectivo homosexual y me duelen no menos por la Iglesia, a la que quiero y de la que me siento parte y desde que la que lucho cada día por hacer de este mundo un lugar más habitable para todos.

Será porque he aprendido (gracias también a la Iglesia, por cierto) que la afectividad y la sexualidad es un ámbito fundamental del desarrollo humano que tiene que tener a la persona como centro para realizarse en plenitud y  que negarlo,  reprimirlo o aislarlo es negar parte de nosotros y de nuestro ser.
Será porque muchas de las personas homosexuales que conozco tienen una afectividad más desarrollada,  integrada y ordenada que otros tantos heterosexuales.
Será porque la Iglesia que conozco y me seduce es la que late al ritmo del mundo, con sus dificultades y sus problemas, con sus deseos y sus desafíos y no se pierde en cuestiones superfluas y defiende el amor sin condiciones y sin límites (“Yo te amé con un amor eternoJr 31, 3).

A mí no me habléis de posturas oficiales, ni de doctrinas morales ni de catecismos…a mí habladme del Evangelio y de un tal Jesús de Nazaret, el mismo que se empeñó en defender y dar la vida por todos aquellos que el mundo, la historia, la sociedad y la misma Iglesia han crucificado y siguen crucificando día a día.


3 comentarios:

  1. Magnífico artículo, Álvaro! Yo soy total y absolutamente ATEO, pero plasmas una visión de las cosas abrumadoramente coherente y tangible (excepto por un par de escapaditas al terreno de la ciencia ficción, pero te las perdono xP), y por ello estoy totalmente de acuerdo contigo, y además comparto tus angustias e indignación, pero en el mismo bando, que es donde las personas congruentes y de buena fe debemos estar. Enhorabuena por tu blog, compañero! :)

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  2. El amor está siempre por encima de sus formas, decía el jesuita Díez-Alegría. Y yo pienso que la Iglesia está, estamos, llamados a anunciar el amor "de cuerpo entero". Dentro de no mucho tiempo, la jerarquía tendrá que pedir perdón por el trato dispensado y la falta de misericordia. Mientras tanto, espero que todos encuentren en gentes como tú el rostro comprometido de Cristo con la justicia, la paz y la fraternidad.

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  3. Decía Antonhy de Mello que en la naturaleza no hay fronteras, no hay diferencias entre los hombres. Son las culturas las que las crean. Por encima de las culturas está, pues, la igualdad y la dignidad y deberíamos defenderlas todos, cualquiera que sea el credo que cada uno profesemos. Más aún quienes se erigen en portavoces de un mensaje de amor y entrega a los demás. Es una lástima que “detrás de los micrófonos” no estén voces como la tuya. No sólo la Iglesia se vería beneficiada sino todos los “hombres de buena fe”.
    De todos modos, es una pena que un grupo de individuos haya dejado en entredicho el esfuerzo de tanta gente en defender el respeto y la dignidad haciendo del encuentro un simple macrobotellón sirviendo de argumento a tantas mentes intolerantes.

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