viernes, 18 de julio de 2014

Ecos romanos



Hoy enmudezco yo, ante la crónica de lo irrepetible que queda para custodia de las columnas milenarias del Teatro Romano de Mérida y sólo puedo, agradecido, saborear el poso de cada ensayo, de cada palabra, de cada persona, de cada mirada cómplice de emoción vibrante e ilusión compartida que se dibujan en el horizonte que no se aleja, sino que se acrisola con fuerza en el interior de todos los participantes de esta aventura.
Hoy me descubro ante las palabras de mis compañeros, el testimonio sincero y desbordante de la experiencia inigualable de dar vida a la ópera Dido y Eneas:







Bueno, pues dicen que sólo los borrachos y los niños dicen la verdad.... Y yo hace mucho que perdí mi inocencia, pero me estoy tomando un copazo de safire sentadito en la terraza de casa y estoy recordando cada momento desde el principio de todo esto... A Sara, a quien tengo tanto q agradecer ,por ofrecerme esto, recomendado por mis súper compis María, Mariló y Nuria , y aquellos primeros ensayos de escena en los que parecía que rodábamos el día de la marmota, con la obertura una y otra vez...
Luego llegó un argentino a dirigir todo aquello... y ¡¡funcionaba!! Los primeros camisones de marinero, que no me entraban, el primer ensayo general, y un grupo de gente extraña a la que miraba mientras cantaba como el que mira un escaparate... Luego, buscando un día las partituras de Jerónimo, apareció el Doctor Barba (Alberto a secas, por aquellos entonces) y se marcó unas técnicas de relajación que me dejaron anonadado. Desaparecía un coro, se vislumbraban nombres propios... algunos dejaban de ser "los alumnos de María de Montijo", y les empezábamos a poner nombres, compartíamos cafés, ratos, oberturas... Otros dejaban de ser "tenores", "bajos" o "mujeres sopranos q hacen la voz q sea", y se convertían en nombres y apellidos.
 El espíritu, el marinero y los demás, dejaban de ser personajes... Damián, Gloria, pasaban de ser compañeros de coro, a ser auténticos artistas. Primer clímax de la experiencia: el López de Ayala. Pero poco duró aquello... El nombre de Mérida ensombrecía el trabajo. Entonces llegaron los refuerzos...¡¡ Qué risa cuando las contraltos cantaron el primer haste, haste to town!! Y ya hoy, de nuevo en casa, 8 o 9 meses después (¡¡como un parto!!) y sin haber encontrado las partituras de Jerónimo, me siento vivo. Con energías, después de lo vivido. De todo, lo bueno y lo malo. Aprendido. Feliz. Las últimas palabras que he hablado con Sara esta noche: el principio de una gran amistad, de nuevos proyectos... De futuro. De vida.


Sergio Fernández






               De nuevo en carretera. Solo unas horas distan de una de las experiencias más grandes que he experimentado hasta ahora como cantante. Todo se decidió en septiembre de 2013.
Tú serás Belinda”  me dijeron. Y yo pensé:
Bien, debe ser que estoy preparada para hacer algo así” Y ahí empezó mi aventura. La de encarnar un personaje lleno de vitalidad, de positivismo, de confianza...
Grandes momentos me ha dado esta producción. Llantos compartidos, alegrías compartidas, ilusión, esperanza, desconfianza muchas veces y confianza posterior otras tantas. Comenzó la noche en el momento en que decidí dar un paseo por los jardines traseros del teatro. “Actitud” me decía a mi misma; y así me fui trasladando a esa historia que poco después haría ver al público.
Obertura, luces en el centro, las chicas del coro girando alrededor de Dido y yo, Belinda, esperando mi entrada. El corazón me bombeaba a toda presión, casi se me salía por la boca. Tenía la sensación de ir en una montaña rusa esperando la gran caída. Y salí allí. “Shake your clouds from off your brow” esa primera frase, la llave de todo el paraíso que aparecería mas tarde. Toda la presión acumulada en los segundos anteriores explotaba en mis palabras en esa primera intervención. Y tras terminarla, una sensación de calma y quietud invadió mi mente. “ Esto está hecho”  me dije.
Todo lo que vino después no fue más que un cúmulo de disfrute y de trabajo duro que ahora daba sus frutos, siempre se me viene a la cabeza una frase que alguien me dijo una vez: “Gloria, tú serás el día de mañana lo que trabajes hoy, ni mas, ni menos
Tocaba aquellas piedras, y me decía a mi misma “Aquí estás, en el Teatro Romano de Merida”.
Salía a escena y solo veía cabecitas y abanicos moviéndose, y aquel foco blanco, alumbrándome como si me estuviera diciendo  “aquí estoy para ti”
La orquesta, como siempre ahí, con un papel de soporte inamovible, como ese colchón que está ahí para por si te caes, que no te hagas daño. Mirada cómplice, con esos ojos azules solo interceptada por unas gafas. Ojos que me decían “vas bien”.
Aquel vientecillo templado, qué agradable, el justo para secarnos el sudor en cada entrada y salida del escenario.
Cómo engancha esto. El sabor del éxito y la sensación de objetivo cumplido. Todo ello hace que quiera decir:
Yo quiero ser cantante”.


Gloria Pérez Jaramillo.





Queridos y queridas. No quería yo dejar pasar la ocasión sin palabrear también. Creo que ha estado bien y debemos felicitarnos (tod@s) por ello. Bien. Con sus luces (muchas) y sus sombras (algunas). En unos días no recordaremos estas últimas y el resto de nuestras vidas seguiremos disfrutando tantas y tan variadas cosas que hemos descubierto y/o experimentado. Para mí ha sido todo un placer, lo volvería (volveré) a hacer. Y no solo hemos hecho música. Ayer casi dos mil personas vibraron, rieron y lloraron con nosotros. Ayer contribuimos a que mucha gente fuera más humana. Con nuestra música, con nuestro esfuerzo. Ayer pusimos un buen grano de arena construyendo, también, una Extremadura que no se parece a la de los tópicos. Todo eso, y más cosas, hicimos. Y eso no nos lo podrá quitar ya nadie

Jerónimo Gordillo.







        Dido y Eneas ha supuesto una experiencia perfecta con fantásticos músicos y mejores personas. Gracias a todos.

Beatriz Caballero.






Decía un psicólogo llamado Víctor Frankl que vivió en primera persona el holocausto nazi que, por mucho que nos quiten, al hombre siempre le queda una última libertad que es la de decidir cómo evaluar lo vivido, y esa es la libertad que yo ejerzo ahora y que comparto con vosotros...El primer impulso es el de preguntarme si merece la pena un esfuerzo como el de hoy para algo tan efímero como lo de mañana. Si el cansancio, los aparentes sinsentido, o los atisbos de malos rollos valen para algo...
Pero hoy yo decido que en mi vivencia y en mi recuerdo eso no va a pesar ni un 2% Hoy decido que lo de hoy en el Romano de Mérida ha sido trabajo bien hecho, ilusiones cumplidas, oportunidades únicas y un grupo de personas con las que repetiría de nuevo desde la obertura...Y eso es lo que quedará en mi memoria y lo que me mantendrá mi libertad. Lo otro me lo quitaría.

             Me siento privilegiado por haber sufrido, reído, comido y sudado con vosotros y por ello os doy las gracias...
            A todos. Desde los tres directores (cuánto trabajo callado del que no se ve en el escenario  ni para bien ni para mal) a la gente del Romano pasando por cada uno de vosotros.  Gracias.


           Mañana,  bueno dentro de un rato, quiero volver a abrir los ojos como platos cuando de nuevo pisemos las tablas tal y como lo hicimos hoy al llegar y beberme a sorbos cortos lo que nos queda de este viaje que llevamos juntos,  saboreando cada rato... lo otro, lo malo de hoy que me quede solo para aprender qué es lo que amenaza mi libertad...Descansad y perdón por esta retahíla pero me apetecía compartirla aún "caliente "

Alberto Barba










 Señoras y señores, ahora que esto ha terminado puedo decir que al final de un gran trabajo y después de haber terminado una obra en la que se ha puesto mucho empeño, queda una sensación de vacío.
              Como decía un libro de Hesse: “esa sensación pasa". Pasa y al final solo quedan los grandes momentos, lo que nos ha aportado conocer a gente tan dispar y a la vez tan entrañable.
              Espero que nuestros caminos se vuelvan a cruzar. Yo pienso que hemos hecho hoy, al menos, una muestra de humanidad inmensa. Que unas decenas de personas inviertan su tiempo, dinero y esfuerzo en un proyecto como este sin apenas ayudas externas, para mí es síntoma de amor a la cultura y de creer que aún hoy hay historias bellas que contarle al mundo.
Un placer el haber compartido estos meses a vuestro lado y hasta la próxima.
Si nuestros caminos vuelven a unirse prometo comprar yo las partituras de Jerónimo.

Juan Fernando Díaz Barro.








            Hola, soy Lola, la mujer de Jerónimo. 
            Sólo quería felicitaros a todos por vuestra actuación: solistas, coro, orquesta. Estuvisteis fantásticos, de verdad, muy profesionales. Los solistas fabulosos. Me encantó, tanto la parte musical como la teatral. Unas voces magníficas y una interpretación sorprendente. Aunque ya os había visto en Badajoz, no me podía imaginar que aún se pudiera hacer mejor.
            Ese coro sonó de maravilla, y lo mejor de todo era veros disfrutar, se notaba que había química entre vosotros ¡¡¡Qué envidia!!! Me habría encantado estar ahí, cantando, bailando...
           De verdad, enhorabuena, os lo merecéis, para hacer lo que habéis hecho no hace falta sólo ser buenos músicos. Hace falta más, hace falta ganas,  ilusión, dedicación...y paciencia. Nunca había visto a Jerónimo tan ilusionado como lo he visto con esta representación y os puedo asegurar que vosotros tenéis mucha culpa.
           La orquesta muy bien, a la altura, un lujo. Enhorabuena a esos musicazos por lo bien que tocaron y a ese director, que sacó lo mejor de ellos, culpable de que la orquesta sonase como sonó.
         Y por supuesto, felicitar a Sara y María Jesús, por haber puesto en marcha este proyecto tan ambicioso. Un trabajo magnífico. La escenografía increíble. Llenar ese espacio con esos movimientos, esos desplazamientos, esa manera de moveros, esos bailes, todo tan bien enlazado...y lo bien que lo hicisteis todos, una gozada. Aún lo estoy degustando. 
Gracias a todos por esa hora de disfruté ¡¡¡Se me hizo tan corta!!!  No podía no decíroslo. Sois estupendos.

Lola







A veces las cosas llegan cuando menos te lo esperas. Quién me iba a decir a mí cuando inicié este curso 2013/2014 que iba a terminarlo encima de las “tablas” del Teatro Romano de Mérida. Después de varios días para reflexionar, llego a una conclusión muy clara: lo más importante de todo esto no ha sido el salir al escenario en esos 60 minutos de obra. Han sido los meses tan intensos de preparación, estudio, ensayos intensos y agotadores, de lucha (por suerte, vencida) con una misma y con los miedos que aparecen cuando menos te lo esperas, ver que todo es enorme… pero sentir que alrededor había un equipo humano fantástico que ha hecho que esto sea una experiencia para no olvidarla, jamás. Y no sólo por cantar en un lugar donde siempre soñé hacerlo sino por haber descubierto a personas tan maravillosas en el proceso, por hacer que mis pasos vuelvan a su camino. Siempre agradeceré la mano de quienes confiaron en mí para este papel. Gracias de verdad… Santi, María Jesús y especialmente, Sara.

Y sí que es cierto que los sueños se cumplen. Salir bajo esas columnas, escuchando esa fantástica obertura de manos de nuestra querida orquesta, intuir a tantas personas sentadas observando cada uno de nuestros movimientos, quedarse sin respiración antes de bajar la rampa, recuperar el aliento en la primera intervención de Belinda diciéndome a mí misma “eh, venga.. es el momento de comerse el mundo..”. Y a la vez sentir una energía tan fuerte procedente de mis compañeros, y del público… seguir quedándome impactada cada vez que escuchaba o leía mi nombre en la misma frase que Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida… son sensaciones que aún no he sido capaz de procesar. Y todo pasó volando. Demasiadas emociones juntas.

Querida Dido, gracias por haberme dado tanto y, sobre todo, por lo que he aprendido contigo. Espero podamos volver a vernos pronto.

Mariló Valsera.

         





            Después de 48 horas de ese gran momento estoy lista para contaros que para mí no fue solo una función, sino que la sentí como si fuese la última que realizo con este equipo y que hay mucha gente que sería la última vez que tratase como compañeros. Por eso, el momento de los aplausos esta vez no los percibí como algo individual, sino que aún disfruto del recuerdo de mirar hacia detrás y ver tantas caras amigables y sonrientes. 
          Recibí gran apoyo en el momento del "redo#re". Gracias a vosotros dejé de sentirlo como los tambores de la guerra, y conseguí disfrutar de ello ¡¡Mil Gracias!! 
Comencé el curso con dos artistazos,  Bego y Damián, y a ellos se le sumaron Mariló, Nuria y Gloria, de quien he aprendido escénicamente muchísimoimo ¡¡y no es para menos después de lo buena que eres!! No son menos María, Fernando o Juanfer ya que han tenido el valor de subirse al escenario y cantar un solo con mucho coraje y muy bien defendido¡¡ Os admiro!! 
           De las cosas que más pena me da que se terminen son los remedios de Jerónimo para los nervios o el equipo de percusión que podíamos haber formado jejej. Noelia, Julia, Ángela, Ana, Lourdes, Iris, Paloma, Álvaro, Alberto, Jerónimo, Fernando, Miguel Ángel, Juanfer, Jose Alberto, Pablo, Nico, Sergio, Dr Barba, Paula, Mario, Laurita.... Nuevos,  antiguos, orquesta... hemos hecho un trabajo espectacular desde septiembre y tenemos merecido el éxito. Creí en cierto momento que ser miembro del coro sería algo inferior a ser solista y no os cambiaría por nada en el mundo.

                Ahora mismo oigo el mar e involuntariamente escucho en mi cabeza los violines del "come away". Santi, no te diré que no he pasado algún mal rato en clase porque quiero ser sincera, pero me has hecho aprender mucho barroco y no barroco y ojalá y pueda tenerte como profesor y director muchas veces más. MªJesus, el cielo engarabintintangulado fue el de Mérida la noche de la representación, porque no hay una palabra más sencilla para describirlo.

          Y Sara, a tí te dejo para el final. Aunque suene cursi, te quiero y te tengo como modelo de vida. Un profesor tiene muchos alumnos, pero tú eres mi profesora. Gracias por tu sabiduría. Podría poner muchos ejemplos pero que te integrases en el coro y lo vieras desde dentro me parece la mejor prueba de aprecio que les has hecho a tus alumnos y amigos. Sigue ensayando ese mortal hacia atrás para que no se te olvide ¡¡¡ te sale genial!!!  Si tuviese que irme de Badajoz, estoy tranquila porque me voy con muchos buenos recuerdos y gente que aprecio.
¡Millón de gracias de la Segunda Dama!



Ana Sanz.

lunes, 30 de junio de 2014

Correspondencias


De ínsulas remotas
forjadas en el sueño mitológico
de la roca milenaria
he recibido tus acuarelas cristalinas
el arrullo de la brisa
la abundancia del sol
preñada de alegría mediterránea.


Para arribar a tus playas
solo necesito
la grafía de tu prosa peregrina,
crónica de coral y mañana blanca,
de patios encalados y de tardes
que perfuman los balcones soleados donde se olvidan el tiempo y el espacio.


Permanecer, quedarse
recrear la estancia
hundir los pies en la arena y alzar el vuelo entre postales y cartas
apostrofar a tu imagen en el espejo del agua:
“Siamo noi
o è il mondo
che c´invita a scrivere la storia
nella sua pagina bianca?”





Fotografía: Olga Fernández Casares

domingo, 15 de junio de 2014

Contigo aprendí



A los compañeros de la promoción 2010-2014 del Conservatorio Superior de Música de Badajoz.


A todos los que nos han iluminado, alentando y acompañado en este camino.



         Hace algunos años, en el ciclo de conferencias y conciertos dedicado a Esteban Sánchez, escuché una anécdota que me llamó poderosamente la atención y se me quedó grabada desde aquel momento.

Un amigo del ilustre pianista extremeño hablaba sobre dos de las figuras más relevantes del piano español del siglo XX: el propio Esteban y Alicia de Larrocha. Según contaba, había ejercido como taxista en EE.UU durante un tiempo y, en una ocasión, había tenido la oportunidad de transportar a Alicia a la salida de un concierto. Al terminar el trayecto, la pianista, de manera inesperada, rompió a llorar delante del desconocido taxista. Ante esa situación, él no pudo hacer otra cosa que preguntarle y acercarse a ella con prudencia y cortesía.

Ella le habló de que, en medio del trasiego de su vida de conciertos, de estar alejada de su casa, de despertar en un hotel para coger un avión a la mañana siguiente y dirigirse a otra ciudad que ya ni recordaba cuál era, y a pesar de saborear el éxito y el cálido abrigo del público, sentía una profunda soledad.

El conferenciante reconocía, por otro lado, la felicidad de Esteban cuando, en la cima de su carrera pianística, renunció a prodigarse por los escenarios del mundo para volver a su Extremadura natal a ejercer su magisterio al calor de su gente.











          Desde hace unos años, el corazón de la ciudad de Badajoz,  desde la  Plaza de la Soledad hasta la Alcazaba y las calles y rincones que lo pueblan,  es una de las cunas musicales más importantes de nuestro país, un pequeño rincón de la geografía extremeña que vive, siente y se expresa desde el mosaico de culturas, tierras y personas, tanto del interior (Andalucía, Madrid, Valencia, Castilla y León, Castilla La Mancha, Extremadura…) como del exterior de la península: Ucrania, México, Cuba, Taiwán, Georgia, Polonia, Argentina…

      Como aquellos jóvenes artistas del Renacimiento que, seducidos por el arte de los más grandes maestros de su tiempo, dejaban casa y familia para estudiar con ellos y vivir un período de su vida a la luz de sus enseñanzas, muchos de los que han recibido estas bandas también decidieron, hace cuatro años, dejarse guiar por la emoción que les suscitó una clase o un curso muy especial de piano, de violín o de clarinete, para venir a Badajoz ante la incomprensión, probablemente, de mucha gente que les preguntó que, aparte de eso, qué carrera universitaria pensaban estudiar.

   Nietzsche decía que “la vida sin música sería un error” y seguramente todos los que empezamos esta aventura hace cuatro años ya teníamos claro que, al menos la nuestra sí que lo sería. Pero probablemente ha sido aquí, entre las cabinas de estudio, las clases, los desayunos, los descansos de media mañana y los nervios de antes del concierto, donde hemos aprendido, quizá como Esteban, que la música sin vida también sería un error.

En las aulas del Conservatorio Superior de Música de Badajoz no nos hemos encontrado a glorias de la interpretación musical hablándonos desde grandes nombres y cátedras oxidadas, sino a personas de una sensibilidad privilegiada que nos han abierto las puertas de su aula y de su manera de entender la vida en un camino a veces duro y solitario, pero que nos ha enseñado a mirar el mundo a través de los ojos del arte.

      Mirar el mundo con los ojos del arte es intentar comprenderlo desde el lenguaje de la belleza y esto es, hoy, una necesidad urgente en un panorama social en que el absolutismo de la economía y de sus cifras deja, muy a menudo, en la periferia del escalafón de prioridades a la educación, la cultura y, de manera especial, a la música, a la que muchos se resisten todavía a concederle la justa valoración oficial equiparable a las enseñanzas universitarias.

En la mente de todos nosotros están los nombres de quienes nos han guiado durante estos cuatros años, los que nos han revelado la vida que late entre cinco líneas y cuatro espacios, así como todos aquellos profesores que despertaron y alimentaron nuestra ilusión por la música en las primeras enseñanzas, el grado elemental y el grado profesional. También nuestros familiares, engranajes fundamentales que impulsan y alientan nuestro camino desde su presencia silenciosa en un discreto segundo plano.

La música nos ha enseñado la paciencia y la entrega de un trabajo continuado en el que la espera es un ingrediente indispensable para poder ver los frutos del esfuerzo a largo plazo.
Nos ha enseñado también la organización necesaria para compaginar, desde muy pequeños, distintas tareas, espacios vitales y responsabilidades y hemos aprendido, también, a consagrar largas horas a la búsqueda solitaria del sonido, la imaginación y la inspiración.

Pero, sobre todo, hemos aprendido a comunicar, porque interpretar una obra es dar vida a un testimonio que yace esperando unas manos, una mente y un corazón que den cauce y vuelo a un mensaje siempre nuevo y universal, un mensaje que, hoy más que nunca, el mundo necesita escuchar, y del que nosotros no podemos aspirar a ser más que humildes portadores.

Gracias.




viernes, 23 de mayo de 2014

El paseo de las ofertas



Menacho. La recorro todos los días al menos un par de veces. Es, probablemente, la calle más transitada de Badajoz, donde se concentra la mayor parte de la actividad comercial del centro de la ciudad.

Cuando paso por allí suelo ver, además, a miembros de distintas asociaciones que, aguantando en un punto estratégico durante toda la mañana, interceptan los trayectos de ida y vuelta para intentar captar la atención, la escucha y, en el mejor del los casos, la colaboración económica de los viandantes.

Rara vez se dirigen a mí. Los que no aparentamos más de veintitantos o incluso treinta y pocos no disfrutamos, presumiblemente, de una fuente fija de ingresos que nos sitúe como blanco acertado para estas ofertas.

Las asociaciones son diversas y las causas que defienden también: apoyo a los refugiados, acción sanitaria directa e incluso lucha contra el maltrato animal.

A mí me llama la atención que, en esta realidad tan necesitada de manos y corazones comprometidos, lo que estas asociaciones persigan en estos espacios sea tan sólo la ayuda económica cuando, probablemente, entregar dinero a una causa duele y transforma mucho menos que entregar parte de nuestro tiempo, de nuestras preocupaciones o de nuestra misma vida.

En cualquier caso, defender causas propias, ajenas o comunes es tender puentes hacia el mundo y, si bien las fuerzas son limitadas y no todas las causas nos parecen igual de dignas o elevadas, el viaje de salir del “yo” para buscar al “nosotros” y al “ellos”  en las preocupaciones de nuestro día a día es siempre una aventura ilusionante.



En estos días, las televisiones, las redes sociales y las calles lanzan otras muchas ofertas: las de la campaña electoral  para las elecciones al Parlamento Europeo que finaliza hoy.

Según como la miremos, se trata una disputa más estética que ética: el Partido Popular intenta ofrecer su imagen institucional de seguridad, responsabilidad y conocimiento técnico, lastrada por la desafortunada campaña electoral de un candidato que ha exhibido con torpeza una mentalidad rústica y tosca que lo delata sin contemplaciones.

El PSOE lo ha tenido fácil para hacer cancha del tropiezo del enemigo y centrar toda su campaña en significar la diferencia, en intentar marcar la distancia en el intento de oxigenar ese aire de caduco progresismo que se olvida de que, como los otros, han agachado la cabeza ante el neoliberalismo salvaje y la dictadura de los mercados.

Y en este gastado mapa de los que se empeñan en seguir circunscribiendo la política a dos colores y se han acomodado en los sillones asegurándose una vida dedicada a ella, parece querer abrirse hueco una nueva gama, aprovechando la coyuntura de la circunscripción única de estas elecciones, para intentar dar el salto a Europa.

Si bien la nueva apuesta de participación ciudadana encabezada por Pablo Iglesias, Podemos, canaliza muchas de las reivindicaciones sociales que han eclosionado a raíz del malestar de la población, el descontento y el desarraigo hacia una clase política salpicada de manera sistemática por la corrupción, también adolece de caer en prejuicios históricos de izquierda radical y poco dialogante y se centra, irremediablemente, en el protagonismo mediático de una persona.






Yo en esta ocasión me inclino por los que hablan de la esperanza como programa electoral y de la Europa de las personas y ceden el protagonismo irrenunciable a la lucha contra la pobreza y por los derechos humanos.

Los que apuestan por “reinventar Europa desde la solidaridad, la democracia y la sostenibilidad” y quieren “compartir valores, cooperar para prosperar y conjugar la diversidad lingüística, cultural en un proyecto común de dignidad, paz y bienestar”.


Porque creo que hoy, más que nunca, es necesario que nos definamos no sólo en contra de tantas cosas que nos indignan sino que nos signifiquemos en positivo, con motivos para la esperanza,   a favor de las causas en las que creemos que realmente merece la pena gastar la vida.




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