Hasta
hace pocos días y desde mi más tierna infancia pensaba que el concertino o
concertina era aquél violinista aventajado que, situado en la primera fila frente
al público y en el lado iquierdo del escenario, daba la afinación al resto de
los instrumentistas antes de comenzar el concierto de una orquesta sinfónica.
Pero
la lengua es un instrumento cambiante que se transforma a un ritmo mucho mayor de
lo que pensamos para reflejar las
realidades nuevas que van surgiendo en el mundo y nuestro gobierno central, al
que parece que esto de la música y la cultura no es algo que le entusiasme
demasiado, se ha apresurado en darle un nuevo y afilado sentido a esta palabra.
Se
trata de las famosas cuchillas instaladas en la valla fronteriza de Melilla que
el Ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, ha calificado de “elemento de disuasión pasivo”.
El
señor Fernández Díaz, que se define como cristiano y católico y es, además, miembro supernumerario del Opus Dei, considera que dichas cuchillas provocan “erosiones
leves ,superficiales” a aquellos que intentan sobrepasarlas.
Este
santo varón es, además, quien ha suavizado sensiblemente su anteproyecto de Ley
de Seguridad Ciudadana, que ahora contempla, por ejemplo, multas de entre 1.001 y 30.000 euros por
infracciones como “La perturbación de la seguridad
ciudadana que se produzca con ocasión de reuniones frente a las sedes del
Congreso de los diputados, el Senado y las Asambleas Legislativas de las
Comunidades Autónomas, aunque no estuvieran reunidos…” y “ Las ofensas o
ultrajes a España, a las Comunidades Autónomas y Entidades Locales o a sus
instituciones, símbolos, himnos o emblemas, efectuadas por cualquier medio,
cuando no sean constitutivos de delito.”
Me
imagino que se tratará de una serie de normas de disuasión pasiva a los
ciudadanos que tan solo provocarán erosiones leves y superficiales en el
ejercicio de sus derechos y libertades.
Concertinas
para defendernos de los de dentro y de los de fuera, pues mucho parece que es
lo que hay que temer en ambos frentes ahora que la indignación se acrecienta en
el espectáculo de una España en la que ve la luz la LOMCE con el rechazo de toda la comunidad
educativa y una gran parte de la sociedad mientras que la Justicia les impone penas irrisorias a corruptos como
Fabra y Díaz Ferrán.
Y
respecto a la inmigración y ahora que se acerca la Navidad, no me quiero
ni imaginar cómo este devoto creyente y ministro hubiera
gestionado la llegada de una pareja de inmigrantes no casados y con un bebé
recién nacido huyendo por motivos políticos y buscando asilo en Egipto hace dos
mil años.
Pero
esto son solo reflexiones mías. Yo respeto
que cada uno viva su fe de puertas para adentro que es como debe ser
y el tema de las concertinas no me afecta.
Al
fin y al cabo, mi instrumento es el piano y el problema de la afinación, con
llamar a Gabriel o a Wilburg una o dos veces al año, lo tengo solucionado.
"Y nosotros debemos decirnos pecadores, sí, ¡todos, aquí, todos lo somos. Corruptos, no. El corrupto está fijo en un estado de suficiencia, no sabe qué cosa es la humildad. Jesús, a estos corruptos, les decía: ‘La belleza de ser sepulcros blanqueados, que parecen bellos, por afuera, pero dentro están llenos de huesos muertos y de putrefacción. Y un cristiano que se vanagloria de ser cristiano, pero que no hace vida de cristiano, es uno de estos corruptos. Todos conocemos a alguien que está en esta situación, ¡y cuánto mal hacen a la Iglesia! Cristianos corruptos, sacerdotes corruptos… ¡Cuánto mal hace a la Iglesia! Porque no viven en el espíritu del Evangelio, sino en el espíritu de la mundanidad" (Francisco, papa - Homilía 11 de noviembre de 2013 - http://www.aciprensa.com/noticias/el-papa-cristianos-pecadores-si-corruptos-no-96421/#.Upuqt9I2bMJ )
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