martes, 31 de diciembre de 2013

Porque estuvimos allí

Cuando me paro a contemplar mi estado
y a ver los pasos por do m'han traído,
hallo, según por do anduve perdido,
que a mayor mal pudiera haber llegado;
(Garcilaso de la Vega)


Frente a frente, hoy te miro y no vacilo un instante en reconocer que ha merecido la pena. Uno más. Y sí, claro que ha habido de todo: luces y sombras, sonrisas y lágrimas, cales y arenas pero ¿Qué buena película, qué brillante guion o qué misteriosa intriga se echan a andar con unos ingredientes distintos?

Tú lo sabes bien. Al final esas cosas nos curten, nos perfilan pero somos nosotros, siempre, los que vamos moldeando el barro húmedo para darle la forma que hemos imaginado tantas veces y, viendo el resultado, podemos decir que cada vez se parece más a esa figura, al boceto que dibujamos una vez, ilusionados, en el papel en blanco de aquellas tardes, proyectos de vida…

¿Y cómo íbamos a pensar que, a pesar de los nervios de la noche antes del examen o la incertidumbre de la larga espera, acabaríamos contemplando las estrellas bajo el cielo raso en una noche de verano, o que la inspiración vendría en el momento más inesperado como la brisa silenciosa y anónima de una mañana despejada en forma de fumata blanca, latina y pobre,  San Francisco predicando a los pájaros, o que Nuria extendería su mano diminuta para acariciar el mundo un mes antes del estreno?  Decrecer para crecer

Y es verdad que han partido algunos de los grandes. El viejo Madiba cogió el barco después de una larga despedida y, aunque llevábamos tiempo esperándolo, es inevitable que nos entristezca después de una vida tan dilatada de entrega y lucha. Una vida, una vida es poco para conocer el mundo, para abrazarlo y comprenderlo y, sin embargo, nadie ha tenido más que eso, ni los más grandes ni los más pequeños, para llevar a cabo las más bellas empresas.


         También se fue  el maestro Argenta, el golpe de batuta que marcó el despertar de la magia de la música en nuestra infancia y hoy nos hace a muchos buscar caminos entre armonías ensoñadoras y pentagramas inquietos. La música, la literatura, el cine, el arte, la poesía, el telón de fondo, la banda sonora de nuestra vida, ese caleidoscopio privilegiado para ver el mundo a través del espejo de la belleza, dentro del laberinto, cadencias

Y nos vimos, otra vez, como ese Chaplin de Tiempos Modernos , ingenuos e inconscientes, pero apasionados, inmersos, sin darnos cuenta, en el tumulto embravecido de la calle, convertidos en abanderados de causas ajenas y propias para alimentar la lucha por la justicia y prender antorchas de esperanza. Igual no conseguimos transformar nada más que nuestro corazón gélido e indolente, a lo mejor despertamos alguna búsqueda adormecida o dibujamos el vuelo de una mirada perdida, vivencias… pero estuvimos allí.

           Y se va poniendo, Miguel, “ el tiempo amarillo sobre mi fotografía”  y juntos  seguimos remando mar adentro y si Paulette Goddard me da la mano esta noche  yo me pierdo  con ella en el horizonte del último fotograma de este 2013 para darte las gracias  y desearte las mejores vivencias y cadencias para el 2014.

Feliz año nuevo.


martes, 24 de diciembre de 2013

Hoy que naces




Extraño, bello, frágil, contingente,
oculto y silencioso en lo profundo,
anónimo en la noche y en el mundo,
te haces uno más entre la gente.

Alientas con tu llanto generoso
la espera de la tierra y de los hombres.
Cercenas bajo el filo de tu nombre
la plácida doblez del poderoso.

Hoy que naces, sin prisa, sin tardanza,
acercas a la lumbre de esta casa
el barro de tu pan y tu justicia

y los dedos, rendidos de esperanza,
se hunden, sudorosos, en la masa:
semilla, levadura, sal, caricia.








jueves, 19 de diciembre de 2013

Estación de autobuses.



A pocos minutos de las ocho de la tarde, noche oscura y fría. El autobús, cerrado. Veinte o veinticinco minutos de parada reglamentaria. Los viajeros esperando fuera, ida y venida, el cigarro en la mano, una calada rápida, una mirada al reloj. Me acerco al autobús procurando no alejarme demasiado del bar que me proporciona la conexión wifi. De pie, delante de un banco, una voz masculina, educada. “Perdón”. No entiendo bien lo que viene después. Me giro y me acerco para que me lo repita. Son treinta y tantos largos o cuarenta, la cabeza despejada por la calvicie avanzada, una sudadera sencilla, las manos en los bolsillos. Buen aspecto. De nuevo “Perdón” y después que si tengo dos euros que le faltan para completar el importe del billete. Ahora me doy cuenta. Lo siento. El final de la intervención, la palabra vacilante, la mirada cabizbaja, el ademán inseguro te delatan. Concluyo, mucho antes de inspeccionar los bolsillos de mi cazadora, que no tengo nada suelto que ofrecer y me lamento para seguir caminando y perderme en la multitud que espera la apertura del autobús. Nueva destinataria: la chica sentada en el banco. La misma petición y negativa rotunda y aire despreocupado. Él se levanta, camina con disimulada intranquilidad. Se pierde, va y viene, señor mayor en el otro extremo de la estación, brazo en el hombro con gesto compasivo y vuelta al banco, ahora vacío, para sentarse, atusar el pelo con nerviosismo, intentar construir la fingida normalidad en la soledad del trasiego. Ida y venida y tú te quedas ahí y yo me monto en el autobús, me monto en el autobús o en el tren o en la vida mientras tú te quedas, como siempre y con los tuyos, te quedas en la estación, en la parada , en la puerta, en la frontera, en la periferia, sin que nadie te de los dos euros para emprender el viaje como todo el mundo y yo voy subiendo y una última mirada para ver lo que deja traslucir el cartel de peligro,  yonki, drogadicto y me asomo a la historia truncada, la familia abandonada, los sueños rotos, la juventud partida y me pregunto ¿Dónde queda la dignidad perdida? ¿Dónde se compra la esperanza?



sábado, 30 de noviembre de 2013

De concertinos y concertinas

Hasta hace pocos días y desde mi más tierna infancia pensaba que el concertino o concertina era aquél violinista aventajado que, situado en la primera fila frente al público y en el lado iquierdo del escenario, daba la afinación al resto de los instrumentistas antes de comenzar el concierto de una orquesta sinfónica.

Pero la lengua es un instrumento cambiante que se transforma a un ritmo mucho mayor de lo que pensamos para   reflejar las realidades nuevas que van surgiendo en el mundo y nuestro gobierno central, al que parece que esto de la música y la cultura no es algo que le entusiasme demasiado, se ha apresurado en darle un nuevo  y afilado sentido a esta palabra.

Se trata de las famosas cuchillas instaladas en la valla fronteriza de Melilla que el Ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, ha calificado de “elemento de disuasión pasivo”.

El señor Fernández Díaz, que se define como cristiano y católico y es,  además, miembro supernumerario del Opus Dei, considera que dichas cuchillas provocan “erosiones leves ,superficiales” a aquellos que intentan sobrepasarlas.

Este santo varón es, además, quien ha suavizado sensiblemente su anteproyecto de Ley de Seguridad Ciudadana, que ahora contempla, por ejemplo, multas  de entre 1.001 y 30.000 euros por infracciones como  La perturbación de la seguridad ciudadana que se produzca con ocasión de reuniones frente a las sedes del Congreso de los diputados, el Senado y las Asambleas Legislativas de las Comunidades Autónomas, aunque no estuvieran reunidos…” y “ Las ofensas o ultrajes a España, a las Comunidades Autónomas y Entidades Locales o a sus instituciones, símbolos, himnos o emblemas, efectuadas por cualquier medio, cuando no sean constitutivos de delito.”


Me imagino que se tratará de una serie de normas de disuasión pasiva a los ciudadanos que tan solo provocarán erosiones leves y superficiales en el ejercicio de sus derechos y  libertades.

Concertinas para defendernos de los de dentro y de los de fuera, pues mucho parece que es lo que hay que temer en ambos frentes ahora que la indignación se acrecienta en el espectáculo de una España en la que ve la luz  la LOMCE con el rechazo de toda la comunidad educativa y una gran parte de la sociedad mientras que la Justicia les impone penas irrisorias a corruptos como Fabra y Díaz Ferrán.

Y respecto a la inmigración y ahora que se acerca la Navidad, no me quiero ni imaginar cómo este devoto creyente y ministro hubiera gestionado la llegada de una pareja de inmigrantes no casados y con un bebé recién nacido huyendo por motivos políticos y buscando asilo en Egipto hace dos mil años.

Pero esto son solo reflexiones mías. Yo respeto  que cada uno viva su fe de puertas para adentro que es como debe ser y el tema de las concertinas no me afecta.

Al fin y al cabo, mi instrumento es el piano y el problema de la afinación, con llamar a Gabriel o a Wilburg una o dos veces al año, lo tengo solucionado.

lunes, 18 de noviembre de 2013

De utopías y distopías

La distopía es una ficción literaria o cinematográfica que proyecta la mirada desalentadora de un futuro apocalíptico caracterizado por la supremacía de las máquinas y la tecnología frente al sometimiento y esclavitud de la humanidad, el advenimiento de oscuros regímenes totalitarios o la contaminación de la naturaleza en un escenario desolado y desesperanzado para el hombre.

1984, Un mundo feliz o Blade Runner son algunos de los títulos más conocidos que han desarrollado estos inquietantes relatos de un mañana decadente y degenerado.

Hace algunos años, antes de descubrir el amor por la literatura clásica, devoraba con pasión los betsellers de Stephen King (muchos de ellos llevados con mayor o menor fortuna a las pantallas de cine) que alimentaban en mi toda la fascinación por el terror clásico en el que me había sumergido años atrás el maestro Edgar Allan Poe.

Uno de los libros que cayó en mis manos fue El Fugitivo, novela que responde a este esquema de la distopía.  

A pesar de ser una narración mucho más corta que los grandes éxitos del autor  como El resplandor o It, me llamó poderosamente la atención su visión de una sociedad en una profunda crisis económica y moral donde la necesidad y el hambre hacían estragos en una gran parte de la población y  esto motivaba la aparición de una serie de concursos televisivos que, sin ningún escrúpulo, aprovechaban los dramas individuales para ofrecer un macabro entretenimiento al que las personas, despojadas de su dignidad, acudían como un último recurso.

Así, en el programa Caminando hacia los billetes, una serie de enfermos cardíacos previamente seleccionados contestaban a preguntas mientras corrían sobre una cinta transportadora que aumentaba la velocidad a medida que se acumulaban los fallos.

En cambio, el programa de más éxito era El fugitivo, una emisión en la que el protagonista, seleccionado entre muchos aspirantes tras unas duras pruebas, se enfrentaba al reto de sobrevivir a una persecución por parte de los cazadores y de toda la sociedad. 
          Ante una situación de desesperación total, el individuo recurría a este concurso en el que por cada hora que se hallase en paradero desconocido, se les pagarían 100 dólares a su mujer  y a su hija.
Si no lo capturaban en un mes, ganaría el concurso y si  caía en manos de sus perseguidores , moriría, aunque el dinero  acumulado iría a parar a las manos de su familia, que atravesaba una precaria situación económica.


A la luz de esta lectura juvenil  he reflexionado muchas veces sobre  el papel de algunos programas de televisión y sobre el tratamiento de la persona y su dignidad, muchas veces relegado a un segundo plano frente al entretenimiento morboso y circense.

Recuerdo ese denigrante espectáculo que era el Juego de tu vida, un espacio en el que los concursantes sacaban a la luz y sometían a la prueba del polígrafo los detalles más  escabrosos de su intimidad e iban ganando más dinero cuando subían una escala creciente de morbosidad en las preguntas.
Casos reales o comedia nacional, el programa sacudía la dignidad y el respeto a la persona a golpe de billetes y carnaza televisiva.

En otro plano completamente distinto, me detenía , hablando con mis amigos hace unos días, en el programa de Televisión Española Entre todos. Había escuchado hablar de él pero no lo había visto hasta la semana pasada.


No dudo de las buenas intenciones de nadie pero creo que no vale todo y proyectar en primer plano las imágenes de personas asfixiadas por su situación económica  contando, entre lágrimas, su realidad y apelar a la compasión y la lástima de los espectadores para que llamen y les socorran no me parece la manera más adecuada de ayudar a los que peor lo están pasando.

En medio de uno de los últimos programas, unos estudiantes de Trabajo Social llamaron para denunciar que este modo de derivar la pobreza a la beneficencia  es desmontar el Estado del Bienestar y que es tarea de todo gobierno preocuparse de cubrir unos servicios básicos para que estas situaciones no se den.

Se trata, al final, deliberadamente o no,  de un acto paternalista en el que unos se sitúan en una posición privilegiada tendiendo la mano a los que están al borde del precipicio y esto , desde luego, no es atajar las causas estructurales que generan injusticia  y pobreza.
 Y señalar al pobre, poniéndolo delante de los focos suplicando ayuda, probablemente tampoco sea acercarse a él como un igual y reconocer su dignidad.


Muy diferente me parece la labor de los que, además de darle de comer al que siente necesidad inmediata, luchan contra la injusticia que alimenta la pobreza desde todos los frentes y siguen desafiando la etimología ("lugar que no existe") de la palabra utopía.




domingo, 10 de noviembre de 2013

Indumentarias


Me he llegado a este camino de concesiones prohibitivas
por intentar grabar mi estrella en el paseo de la fama.
He ocultado el Sol en una esquina
y he enterrado, en un frasco de cristal, el número premiado.


En la selva urbana
los maniquíes agonizan tras los escaparates
y los pisos vacíos lloran la nostalgia
del frenesí,
de las voraces fauces del mercado
y su implacable dictadura.


Leo periódicos que preconizan catástrofes en diferido
y veo a perdedores romper filas ante escuadrones de obscena indumentaria.


A pesar de todo
el amor se destila en gotas diminutas
que no se encuentran en los estantes de centros comerciales, perfumerías y multinacionales.


Cuando viene el frío me pregunto
¿Por qué seguimos luchando?
Cuando cae la noche pienso
¿Por qué seguimos despiertos?


La respuesta es una fina lluvia que anega, silenciosa, la sombra de nuestros pasos.


Dios o el dinero.


No puede ser.




Nosotros servimos a una causa más elevada.





(Fotografía: Samuel Aranda.http://www.samuelaranda.net/) 

domingo, 3 de noviembre de 2013

Comunicando, comunicando, comunicando

En las últimas semanas me ha ocurrido varias veces. En el transcurso de una conversación telefónica  me doy cuenta de que, repentinamente, aparecen en la línea un par interlocutores más manteniendo un diálogo paralelo al que he iniciado yo.
Una de las últimas fue hablando  con un amigo de la JEC sobre la preparación de nuestro último encuentro en Fuente del Maestre.  Mientras  comentamos cuestiones de organización,  de correos y preparativos, escucho  una voz masculina y otra femenina un poco más joven que rápidamente se dan cuenta, al igual que nosotros, de que no están solos en este hilo comunicativo.
Yo, muy preocupado por la relevancia de la información que intercambiaba con mi amigo, corrí a decirle que había varias líneas cruzadas y en seguida colgamos para volver a llamarnos. La otra pareja también se alarmó y se cuestionaban si había alguien allí detrás escuchando.
Me ha vuelto a ocurrir, concretamente hoy por la mañana, pero en esta ocasión me he quedado mucho más tranquilo  porque esta semana he descubierto que no soy el único que pasa por esto, que  son muchos los que viven la misma situación cada día y entre ellos parece que se encuentran figuras de altura como Angela Merkel o el mismo Papa Francisco.
Los medios de comunicación son algo delicado pues conectan a personas diferentes en situaciones diferentes pero uno puede respirar aliviado sabiendo que, como el otro día me dijo un amigo, cuando vemos el segundo tick de whatssapp es señal de que Obama ya ha leído la información.



Y a mí este asunto de las escuchas me recuerda a esa joya cinematográfica de Francis Ford Coppola llamada La conversación , una obra muy eclipsada por las dos partes de El Padrino que el director realizó por las mismas fechas y que es un  turbador retrato de un detective experto en vigilancia que es contratado por un magnate para espiar a su esposa presuntamente infiel.
Harry Caul (Gene Hackman) es  un  profesional  de éxito ante los ojos de sus colegas que se siente más seguro escuchando conversaciones de extraños en su laboratorio que en una habitación con amigos, un hombre para quien la actividad de escuchas y espionaje se torna una obsesión a la que le ha llevado su fracaso en las relaciones y su aislamiento del mundo.
Pero la película de Coppola también fue una crítica de la cultura estadounidense  y su moral  que vio la  luz en pleno estallido del escándalo Watergate, cuando se confirmó la existencia de cintas que probaban el espionaje al que había sido sometido el Partido Demócrata durante el Gobierno de Nixon.
De eso han pasado ya cuarenta años y ahora parece que es nuestro Presidente del Mundo y Premio Nobel de la Paz sobre quien se cierne la sombra de la sospecha en un caso de mucho mayor alcance pero el Gobierno de E.E.U.U. se apresura en quitarle hierro al asunto y convencernos de que todo es una cuestión de medidas del servicio de inteligencia norteamericano para luchar contra la amenaza yihadista.

Y yo estoy de acuerdo, pues solo ellos y su cultura hegemónica, su poderoso ejército y sus redes de espionaje pueden velar por nuestra seguridad frente al vecino de enfrente, ya sea demócrata o republicano, comunista o talibán.


domingo, 6 de octubre de 2013

Periplo


Estos versos hablan del viaje como metáfora de la vida y están inspirados por el poema Ítaca del poeta griego Constantino Cavafis.


Periplo


Saldrás
con las luces rojas de la madrugada,
atravesando el asfalto solitario en la única compañía
de interlocutores anónimos de baja frecuencia,
corazones radiofónicos en vela.

El neón te alertará
de los desvíos del camino,
de los cantos de sirena atragantados
en copas derramadas en noches
y mañanas de resacas fugitivas.

Desoye el clamor vacío
de sonrisas de nieve en portadas de prensa.
No hagas caso
a los destellos vistosos de felicidad fugaz
que ofertan los cruces de tu travesía.

Para tu viaje
no necesitarás mapa, ni navegador, ni guía.
Tan solo la confianza,
brújula
de tu alma peregrina.

Encontrarás,
en las cunetas,
a viajeros extraviados, cansados o bien
desencantados
con el caprichoso trazo del trayecto
o el nublado horizonte del destino.

No te asustes.
En su rostro forastero
pronto reconocerás
la mirada del hermano
que marcha contigo.

No precipites el paso.
Descansa al calor
del hogar fraterno
que te ofrece abrigo

y reanuda el viaje, al alba,
con pulso firme y espíritu convencido
de que al otro lado aguardan
el Sol poniente sobre la arena,
ciudades blancas y veredas nuevas
y la caricia de la brisa que el nuevo día estrena.

Y llámame, si llegas pronto,
y si tardas,
llámame,
que te estaré esperando

la puerta abierta

la mesa puesta 

el pan partido

y un lienzo para pintar
tus historias, tus cansancios
y atesorar, en sus trazos,
el poso de lo vivido.








domingo, 29 de septiembre de 2013

Entre costuras


            



           Soy bastante  malo para las fechas. Tengo que reconocer que las redes sociales me sacan de más de un apuro cuando se trata de recordar cumpleaños, aniversarios , conmemoraciones y demás eventos señalados.
Sin embargo, hay  círculos de colores  rodeando fechas en el calendario de la vida que sirven para poner de relieve que lo insólito se da, en la mayoría de los casos, en la tranquilidad de la rutina y el silencio del anonimato.
Hay nombres que no brillan en lo alto de los pedestales ni deslumbran a la galería y que, sin embargo, son levadura en medio de la masa, son engranajes que impulsan y alientan la vida desde la trastienda, en la retaguardia. Son los que se encargan, entre tramoyas, de que todo esté listo para la función pero no aparecen en escena y desgraciadamente no suelen figurar  tampoco en los títulos de crédito ni en los agradecimientos iniciales.
Y parece que no es ningún ejercicio digno de mérito descubrir las virtudes de una madre, y mucho menos el día de su cumpleaños.  Al fin y al cabo, todos tenemos una y solemos decir que es la mejor del mundo sin muchos miramientos y coincidimos en que todas poseen esa especie de sexto sentido, esa intuición agudísima que les hace captar nuestros estados de ánimo y preocupaciones con un solo pestañeo y esa capacidad desconcertante de encontrar objetos perdidos y recomponer las situaciones más desencajadas.
Pero igual sí que hay, también, algo de virtuoso en leer toda esa miríada de opciones  de toda una vida como una  verdadera filosofía de decrecimiento,  de alumbrar en lugar de brillar, de hacerse pequeño para que otros se hagan grandes y de entregar la felicidad propia a la felicidad de los otros.
De entender que los límites nos hacen encontrarnos en lo más humano, despiertan la gratuidad más primigenia y acrecientan nuestro hambre de creer y de crear, a pesar de las mareas , los vientos y las tempestades.
De saber que lo natural en este mundo es que nos quieran no por ser como somos o hacer lo que hacemos sino, simplemente, por ser  y que hay apuestas que resisten las lluvias que nos asolan y no se merman por los continuos fracasos, las caídas y las decepciones.
Hay ya en casa muchos bestsellers, muchos pendientes, pulseras y collares (la mayoría del mercado medieval de Al Mossassa que siempre se celebra por estas fechas y me saca del escollo a última hora) y unos pocos de los discos de Serrat y Sabina de los últimos años.
Por eso hoy pongo sobre la mesa esta prosa sencilla e ilusionada que es, como todo lo demás, patrimonio y  dulce fruto de tu inabarcable magisterio.

Felicidades.



viernes, 20 de septiembre de 2013

Veintiuno de septiembre



Hoy la sabia intuición de la mañana
me despierta con la brisa aventajada
de un acorde, una palabra, una mirada.

Hoy el día amansa la inquietud
de las batallas por librar
y las libradas,
de las historias por contar
y las contadas,
de la vida desbordante, desbordada.

Hoy el olor a tierra mojada
delata las pisadas del camino
y aventura las rutas venideras,
exordio de ambiciosas primaveras.

Hoy este árbol de genio portentoso
proyecta su alargada sombra, amigo
y madruga la mañana, deseosa
de verme seguir 
caminando contigo.











sábado, 31 de agosto de 2013

San Gil

Cuesta pararse a escribir, a plasmar sobre el papel el aluvión de pensamientos, emociones y deseos que nos invaden después de una experiencia tan intensa. Por eso he esperado casi dos semanas para poder serenarme y empezar a digerir lo vivido durante quince días en San Gil.

San Gil no han sido las vacaciones de verano que un estudiante espera después de todo un año hincando los codos en la universidad. No ha sido ir a la playa ni a la montaña. Ni siquiera ha sido llenar la cámara de fotos de monumentos, de plazas, de museos y parques.

San Gil tampoco ha sido llegar a una casa rural, a un hotel o a un albergue con la mesa puesta, con una cama de matrimonio para uno solo y un móvil con el despertador desactivado en la mesilla.

San Gil no ha sido un campo de trabajo de intensa actividad para recuperar restos arqueológicos, para practicar la agricultura ecológica o  para catalogar especies animales.

Ni ha sido un campamento de verano para practicar deportes de riesgo, barranquismo, escalada y marchas duras y largas de senderismo.

San Gil ha sido un solo viaje  geográficamente cercano pero han sido multitud de rutas interiores, cantidad de caminos con un nombre propio, una imagen y una palabra en cada paso, en cada abrazo y en cada mirada.

San Gil no han sido voluntarios, usuarios y monitores. Han sido personas. Personas que hemos aterrizado allí con nuestras inquietudes y con nuestros deseos, dispuestos a vivir algo nuevo pero que inevitablemente llevábamos las maletas también cargadas con nuestras dudas, nuestras preocupaciones, nuestra debilidad y nuestros límites… nuestra vida, en definitiva.
            Y personas que,  siendo todas desconocidas en un principio, rápidamente se encuentran conversando bajo las estrellas hasta altas horas de la madrugada, se buscan entre versos recitados a media tarde bajo el Sol de agosto y se pierden en paisajes pintados en el lienzo de una tierra rica y fraterna, Extremadura, donde tiene lugar el encuentro con los verdaderos protagonistas de esta aventura.

Esos que, muchas veces, son los que menos valen para el mundo, los que poco o nada tienen que aportar en los circuitos de felicidad forjada a base de éxito, abundancia y reconocimiento y se tropiezan contra los muros que bautizamos de normalidad y capacidad. Esos son los que estos quince días se han ido abriendo y nos han ido revelando un nuevo modo de relación.


Si bien  desde el principio nos recibían con entusiasmo e ilusión, fuimos nosotros los que, a medida que avanzaba nuestro tiempo en San Gil y  pasábamos de la impresión grupal a acercarnos de manera individual a cada uno de ellos, nos quedábamos sin palabras ante la confianza y sinceridad que depositaban en nosotros y las lecciones de vida que cada día nos daban.

Es hablar de esfuerzo, de superación, de energía incombustible y de esa alegría casi infantil que nos recuerda que la felicidad verdadera se encuentra en los pequeños rincones de la naturaleza humana en forma de beso, caricia o sonrisa.

San Gil no es hoy, para mí, un puñado de recuerdos inolvidables, una lista repleta de nombres de personas y direcciones de correo ni un álbum de fotos lleno, sino un horizonte vivo que me habla continuamente de que son las personas, especialmente las más “débiles”, aquello por lo que más merece la pena luchar, sentir y vivir.






Gracias.