El
maestro de Rímini, Federico Fellini, indiscutible genio cinematográfico,
proyectó en su filmografía gran parte de las pasiones, obsesiones, deseos y fantasías de su vida,
así como las imágenes de su infancia, cuadros en blanco y negro poblados por
personajes arquetípicos, ,caracteres de dos dimensiones que desfilan por los
escenarios de su cine con el nostálgico sabor de la vivencia en el recuerdo.
El tiempo,
las estaciones y los paisajes son reflejos del estado interior de las personas y
el tamiz por el que pasan los recuerdos en la distancia los hace tiernos,
dulces y siempre frescos e intensos.
Es
un arte donde se mezclan el delirio fantástico y los marcos detallados de la
infancia, la juventud y el encuentro con la vida y el amor: recordar es crear,
decía él, y cuando recordamos solemos edulcorar la fantasía, impregnarla con el
poso del tiempo donde permanecen siempre
las sensaciones, impresiones y sentimientos que nos marcaron de manera
profunda.
Un año se
cumple en estos días de mi viaje a la India.
Como si
fuera hace apenas una semana, en mi mente y mis sentidos está intacta esa
primera impresión de la llegada a la gran urbe de Delhi, el bochorno sofocante de
calor desde la mañana temprana, las calles abarrotadas, el tráfico caótico
incesante y los olores inconfundibles de este país , crisol de culturas,
creencias y realidades.
El
acariciar la pobreza del otro lado del
mundo y verla de frente: las miserias de la gente pidiendo en las calles, los
niños, las mujeres, la vida estallando en cada rincón de la gran ciudad donde
las personas comen, duermen o viven.
Y luego fue el descubrir el mundo, en mayúsculas, una juventud unida, latiendo con un mismo sentir, una juventud llena de energía y de vida, de Australia a Canadá, de la India a Portugal. Me hicieron descubrir que, a pesar de las diferencias culturales, geográficas… es mucho más lo que nos une que los separa.
Como si de
unas naciones unidas a pequeña escala se tratara, en aquellas plenarias se
habló, se debatió, se soñó el mundo de otro modo: muchos nombres, muchas
personas grabadas en mi mente y mi corazón que me han inspirado y me inspiran
cada día y me hacen sentir esa revolución latente, a veces silenciosa, que tantas manos siembran en el mundo y que trabaja
en las personas y sobre todo en muchos jóvenes que día a día se despiertan con
el horizonte de la esperanza y la mirada puesta en los más olvidados de la
Tierra. Así rezaba el lema del encuentro: Crisis
y conflictos en el mundo. Los estudiantes ofrecen esperanza.
Y
hoy que todos temblamos ante el rescate, la prima de riesgo y la estabilidad
del país, yo vuelvo a sentir la mirada de Jesús y el riesgo de cruzar a la otra
orilla, al pensar en aquellas conciencias occidentales y orientales que ponen
cada día sus vidas, su corazón y su esfuerzo en buscar la verdadera justicia
mundial.
Hace un año
yo echaba la mirada atrás y veía alejarse los colores de la India, sus
acentos y sus mosaicos, pero todo ello quedaba grabado irremisiblemente dentro
de mí.
Y mientras tanto, algunos miles de kilómetros más allá, sin que yo pudiera llegar a tiempo siquiera para despedirle, cerraba los ojos mi abuelo Félix, después de 84 años de vida humilde y sencilla dedicada a la siembra silenciosa en su campo, su mujer, su familia.
Silenciosa,
la siembra, como las grandes siembras del mundo y como las grandes semillas que
siguen cayendo y germinando cada día, a pesar del viento y la intemperie. Porque a pesar del viento lo que cala hondo permanece y recordar es crear,
reavivar como el fuego a todas aquellas personas que pasan y pasaron por
nuestra vida y configuran lo que vivimos , lo que sentimos y lo que somos.
Recordar es volver a pasar por el corazón, y no hay realidad más grande que la sentida ni verdad más honda que la experiencia sedimentada y acrisolada a fuerza de vida.
ResponderEliminarEnhorabuena, se echaba de menos.