De
los directores de cine a cuyo trabajo me he acercado más últimamente, me ha
cautivado con especial interés el americano John Huston. Entre sus obras destacan algunas de las joyas más singulares
del cine negro y de aventuras del Hollywood clásico, relatos plagados de
rostros inolvidables con algunos de los fotogramas más emblemáticos y
recordados de la historia del séptimo arte.
Una
de las ideas más recurrentes de su filmografía es la de la búsqueda fallida. Desde
El halcón maltés a El hombre que pudo reinar, pasando por El tesoro de Sierra Madre, Huston nos
relata con inusitada belleza y lirismo la historia de personajes a menudo entrañables y fieles que, cegados
por la ambición desmedida ante una empresa ilusionante y arriesgada, se lo
juegan todo para alcanzar el éxito y, finalmente, con el cansancio del camino y
la amargura del fracaso, el triunfo se les escapa como arena entre los dedos cuando
están a punto de abrazar la gloria.
Si
bien las películas de Huston buscan mostrar la debilidad y corrupción del
género humano en situaciones extremas en las que los personajes abandonan la
fidelidad de la amistad frente al deseo incontrolable de conseguir tesoros u
ostentar poderes ancestrales, la cuestión del fracaso y el éxito inunda la
cultura occidental con implicaciones que atraviesan transversalmente todos los
ámbitos de la vida.
Estamos
educados para el éxito. Desde el sistema educativo se nos insta a competir y alcanzar las más
altas calificaciones para optar a las carreras con más demanda. Igual ocurre en
el mundo laboral, donde multitud de personas aspiran a pocas plazas
con las calificaciones, los méritos y el expediente como único criterio para
decidir quién es más apto para un puesto determinado.
El
éxito, a menudo alentado desde los propios hogares donde los padres nos
aconsejan estudiar una carrera que tenga
abundantes perspectivas laborales y porvenir, se mide frecuentemente en
términos seguridad, bienestar y comodidad pero también de individualismo,
soledad y renuncia.
Recuerdo,
hace algunos años, en el Ciclo de Conferencias y Conciertos dedicado al ilustre
pianista extremeño Esteban Sánchez, a un conocido del artista hablando de él
como una persona cercana y apegada a su tierra y a su gente. El conferenciante confesaba que probablemente
Esteban acertó cuando, en la cima de su brillante carrera como concertista
internacional, renunció a continuar prodigándose por los escenarios del mundo y
decidió volverse a ejercer su magisterio al calor de su Extremadura natal.
Y
contaba, como anécdota, que años atrás había coincidido, ejerciendo como
taxista, con la gran Alicia de Larrocha, la dama del piano español del s.
XX y ésta había roto a llorar
desconsolada al final del trayecto, revelando la soledad en que el frenético
ritmo de los conciertos y los viajes continuos la sumían.
Se
trata de dos figuras fuera de lo común y de dos maneras de abordar una gran
carrera artística pero, en cualquier caso y , más allá del mundo de la música,
la cultura y la sociedad alientan a cada individuo al éxito y empujan y desbordan a muchos a los márgenes del
fracaso, con la incomprensión que sufre el que no se ciñe a las reglas fijadas
para el juego o no sobresale con la genialidad de los que están arriba.
Y
es curioso que, frecuentemente, uno descubre que son las experiencias de fracaso, de
tomar conciencia de las debilidades y limitaciones de cada uno, las que más nos
hacen crecer y conocernos a nosotros mismos, las que nos hacen más humanos. Y
en ese conocernos y reconocernos a menudo surge el encuentro
con otros.
Y
también es curioso que muchas veces los
más felices no parecen ser los que despuntan en los podios sino los que saben
trazar un camino alternativo con la confianza de la autenticidad y el riesgo de
remar a contracorriente.
Creo que el Crucificado ha resucitado y vive para siempre... y me ilumina Filipenses 2,6-11:
ResponderEliminar"...uno de tantos,llegando incluso a la muerte, y una muerte de cruz, por lo cual Dios lo exaltó, y le dio el nombre sobre todo nombre..."
Decía Churchill: "A menudo tuve que comerme mis propias palabras... y aprendí que son una dieta equilibrada".
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