miércoles, 30 de mayo de 2012

Nos sobran los motivos.




Cuando cada semana me dispongo a escribir en esta pequeña ventana que proyecto hacia el mundo virtual desde la sencillez de mis experiencias cotidianas y las reflexiones que éstas me suscitan, miro de nuevo el título que le puse y reconozco que me gusta, quizá por la rima interior, la sonoridad o el calado de su significados: De vivencias y cadencias.
Y desde ese norte que no quiero perder y que lo marca el vivir cotidiano de cada día, las vivencias y, por otro lado, las cadencias, la música y el arte como medio de comprensión del mundo,  intento abordar la actualidad  de mi vida desde una mirada alegre y esperanzadora. Intento ser crítico y reivindicativo y quizá alguien pudiera pensar que sólo hago cargar y cargar contra los mismos pero yo no me cansaré de luchar y defender aquello en lo que creo con convicción, pese a quien pese. Como dijo Sabina: Lucharé hasta la muerte y mi epitafio será no estoy de acuerdo.
Y cuando veo las injusticias que claman al cielo y se me revuelven las entrañas, no encuentro o no sé otra manera de expresarlo que con la palabra, la lengua, ese maravilloso legado inmaterial que da forma a nuestros sentimientos, deseos y pensamientos. Pues yo escribo tan sólo por necesidad, la necesidad de expresarme.
Pero hoy no quiero lanzar los dardos nuevamente contra todos aquellos que le roban la sonrisa al mundo, porque también creo cuando contemplas la vida desde la quietud y sosiego emergen las razones que llenan el aire para vivir y disfrutar de cada día.
Y en esta época de final de curso, de agobios de exámenes y de histeria colectiva, como dicen algunos profesores y compañeros músicos, titulo a este capítulo, como esa otra maravillosa canción de Sabina, Nos sobran los motivos.
A mí me sobran los motivos para la alegría: en lo maravilloso e insólito de cada día veo la luz de Dios y las personas cada mañana al adentrarme en el  Casco Antiguo, corazón de la ciudad que late con la viveza y autenticidad de sus personas y con el sabor añejo y nostálgico de sus rincones, cargados de historia.
Luego está Bonifacio, con sus vigilantes, con sus profesores, con sus cabinas de estudio, con sus descansos de media y primera mañana y sus desayunos en las distintas sedes del centro repartidas por la Plaza de la Soledad.
Y es que imagino que debe de ser muy diferente a otros trabajos o estudios  entrar en un centro por la mañana y escuchar a un lado a un violín estudiar el concierto de Mendelssohn, a un piano el Carnaval de Schumann o a un clarinete las sonatas de Brahms.
También debe de ser muy distinto estudiar en un conservatorio donde los profesores aparecen una vez al mes para dar un par de master clases a sus alumnos y luego irse con la limusina que les recoge en la puerta a pillar un avión a la otra parte del mundo  a otro en que los maestros, a pesar de ser eminentes concertistas nacionales e internacionales, se desviven por sus alumnos con pasión y entrega por la enseñanza y comparten la vida y el proceso día a día con ellos.
Por algo una ciudad pequeña, tranquila y no precisamente deslumbrante en monumentos o patrimonio cultural, hechiza y engancha a tantas sensibilidades de norte a sur peninsular e insular (Málaga, Sevilla, Segovia,Madrid, Canarias...)  y  lejanas geografías (Taiwan, Méjico, Rusia, Cuba, República Dominicana, Georgia, Ukrania…)
Y luego estáis vosotros, el verdadero tesoro, los compañeros del camino que hacéis que cada día sea diferente, especial y único.
Sois vosotros los que le dais vida a la vida, los que me mostráis que la música no es sólo objeto de los grandes genios de escenarios estelares sino de gente sencilla que expresa la vida, la pasión, la alegría y la tristeza a través de este lenguaje extraño y mágico.
Compartir con vosotros el viaje es también compartir las debilidades y dificultades. Los problemas son menos problemas con vosotros al lado… las amarguras no son amargas cuando las canta Chavela Vargas.
Hace unos años le decía a un amigo, dubitativo ante su futuro académico: No hace falta que le des tantas vueltas a decidir qué carrera estudiar. Al final lo más importante no será la carrera en sí, sino el sitio al que te vayas a vivir, las amistades, las experiencias que habrá alrededor de todo eso.
Necesitaba yo otro par de años por lo menos para creerme mis propias palabras.
Como dijo Gene Kelly en Un americano en París: "Who can ask for anything more?"

viernes, 25 de mayo de 2012

Microcosmos: de la sociedad a la comunidad


Microcosmos. Al escuchar esta palabra me viene a la mente en primer lugar  la obra musical de Béla Bártok. El compositor húngaro pretendió resumir en ella a través de seis cuadernos de creciente dificultad el devenir de la técnica pianística a modo de método pedagógico: recoger o sintetizar de algún modo ese cosmos, ese mundo que se había ido desarrollando desde finales del s.XVIII.

También, desde el punto de vista filosófico, microcosmos nos lleva a  pensar en el hombre como un mundo, como un universo propio con entidad en sí mismo.

Sin embargo, llevo tiempo pensando en esta palabra en relación a los lugares cotidianos en los que nos movemos:  el mundo es un complejo mosaico de personas, relaciones e interrelaciones, intereses, sentimientos… y todos somos partícipes de ellos.

De igual modo, pretendidamente o no, hay una serie de lugares que son también un microcosmos, un mundo a pequeña escala donde al igual que en la sociedad se definen una serie de relaciones sociales, laborales o profesionales, se toman opciones y partidos y se eligen planteamientos y modos de vivir.

En esa línea me viene ahora a la cabeza la comunidad parroquial de Nuestra Señora de Guadalupe, a la que estoy vinculado a través de mi familia, mi barrio y mi movimiento.

El domingo pasado tuvo lugar allí una paella solidaria. Bajo el lema Tiende tus manos a los sin techo se celebró una comida comunitaria con diversos platos a beneficio del Centro Hermano de Badajoz, hogar de las personas sin hogar.


Ésta es sólo una más de las actividades que a lo largo del año se han realizado enfocadas a este proyecto: mercadillos solidarios, rastrillos…

Además, la labor de Cáritas, ingente en este momento de creciente dificultad para gran cantidad de familias que se ven asfixiadas por las hipotecas, los deshaucios o las limitaciones económicas de cualquier tipo, es otra prueba del latir de una Iglesia que vive y siente hacia los pobres.

El valor del encuentro fraterno en la comida, el compartir la mesa con los más desfavorecidos (la semana pasada también se celebró una merienda con jóvenes con discapacidad de los distintos centros de Badajoz)  y  el enfocar los proyectos a la inclusión y la igualdad de los que la sociedad muchas veces  sitúa al margen suponen una serie de opciones y planteamientos muy ricos y firmes.

Y desde esa pequeña escala, desde ese microcosmos de esta comunidad eclesial como tantas otras que funcionan a pie de calle desde la cercanía y el trabajo de base,  se ofrecen al mundo esas claves alternativas que pueden ser referente y modelo.



Este descubrimiento podría llevarnos al camino, al desafío de pasar de la sociedad a la comunidad.

En este sentido,  me vuelven a parecer sangrantes las “reformas” de nuestro gobierno que a cada paso que da se dirige a la consolidación de las brechas sociales y la privatización de lo público, alejándose de estas claves de inclusión y comunidad.

Se plantea limitar la cobertura sanitaria de los inmigrantes no comunitarios sin residencia a los servicios de urgencias y elitizar la educación, incrementando el precio de las tasas, que para los inmigrantes no comunitarios  y los repetidores supondrá pagar el 100% del coste total de las matrículas.

Es volver, una vez más,  a dejar en los márgenes a los de siempre, volver a negar las oportunidades a los que tienen dificultad y a penalizar y condenar el fracaso y tender a la exclusión en lugar de a la inclusión.

Justificar estas medidas argumentando únicamente la incompetencia de gobiernos anteriores (que sin duda es otra causa importante) o la situación mundial es definitivamente una irresponsabilidad teniendo en cuenta que la amnistía fiscal vuelve a dejar en impunidad absoluta a quienes se han lucrado, que los políticos siguen manteniendo sus asignaciones desmesuradas y que los bancos  son rescatado sin que nadie juzgue la incompetencia de su gestión del dinero de los ciudadanos y , por supuesto, manteniendo los desorbitados sueldos y pensiones de sus directivos.


Mientras tanto, la sanidad y educación siguen sufriendo el hachazo continuo bajo la premisa de reformarlas para su rentabilidad, olvidando que ninguna de ellas son negocios que deban salir rentables a nadie: son derechos humanos y sociales que han de llegar a cualquier persona por el hecho de haber nacido, en igualdad de derechos y dignidad, independientemente de la nacionalidad o de la renta que perciba.

El camino que la administración sigue (y suma) está en las antípodas del espíritu del Evangelio y del magisterio de Jesús de Nazaret y sólo contribuye a incrementar las diferencias históricas entre clases sociales.

Por ello es preciso tomar modelos y reivindicar la comunidad : tender a la comunidad es tender a lo comunitario, a lo común (si avanzáramos en esta familia léxica a lo mejor no aparecería muy lejos  la palabra comunismo) y en este sentido la exhortación y guía de la primigenia comunidad cristiana, una vez más, no puede ser más clara:

Vivían unidos y tenían todo en común. Vendían sus posesiones y sus bienes y repartían el precio entre todos, según la necesidad de cada uno. Acudían al Templo todos los días con perseverancia y con un mismo espíritu. Partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón.”
                                                                                        (Hch 2, 44-46)




jueves, 17 de mayo de 2012

12 M “Gritarán las piedras”




 


El pasado sábado se conmemoró el primer aniversario del 15 M, el movimiento de los indignados que hace un año salió a la calle alzando el grito inconformista contra la corrupción y los excesos de la clase política, la dictadura de los  mercados , el paro y la asfixiante crisis cuyas consecuencias azotan de forma más agresiva a los jóvenes, las clases medias y bajas y los colectivos más desfavorecidos.
Yo iba de camino a casa después de mi sesión matinal de estudio en el conservatorio cuando vi a la multitud adentrándose en la calle Menacho y, al igual que el Chaplin de Tiempos Modernos, me vi en cuestión de segundos  inmerso en el meollo de  la manifestación y alzando una pancarta, al encontrarme por sorpresa con mis compañeros músicos de incombustible espíritu revolucionario Irene y David Chiclana.
Ya tenía pensado ir a pasar la tarde a la Avenida de Huelva (rebautizada como Avenida de la Democracia) pero visto lo visto me sumé a la comitiva y continuamos hasta llegar allí al grito histórico de “El pueblo unido jamás será vencido” , el indignado “no es la crisis, es el sistema” o el más ingenioso “Un banquero se balanceaba sobre la burbuja inmobiliaria…”
A lo largo del día se sucedieron distintas actividades en el paseo. A pesar de no ser muchos, me llenó de ilusión ver en los dos ratitos que estuve la inagotable energía de caras ya conocidas y de jóvenes y no tan jóvenes que hablaban y debatían sobre los problemas del mundo con verdadera convicción y empeño.
Muchas opiniones eran radicales o utópicas y otras deliberadamente pacifistas, anarquistas, comunistas…pero sin duda alguna todos compartían el punto común del inconformismo y la indignación ante el sangrante comportamiento de los gobiernos, los mercados y los bancos y la sensibilidad hacia los que más directamente sufren las consecuencias de la actual coyuntura económica.
Cuando leía los eslóganes y las pancartas me gustaba cada una más que la anterior: hablaban de lo común y lo comunitario, lo público, la educación y el arte.
Después de ver, más tarde, la manifestación en Sol desde la tele y pensar en todas esas plazas me reconforta  el ejemplo que ejerce esta reivindicación al hacerse de un modo pacífico, sin posicionarse hacia ningún partido ni ideología concreta, poniendo en el centro a las personas y aportando ideas y soluciones a los problemas.
A pesar de eso es triste leer casos de los excesos policiales y humillaciones por parte de algunos miembros de las fuerzas de seguridad en esa noche y el modo en que los políticos acotan las leyes para prohibir las tiendas y las acampadas y que la situación no se desmadre (que sí, que tiene que haber límites para ejercer la libertad de expresión y que las acampadas pueden obstaculizar el tránsito de la zona y afectar al comercio... atemos bien estos cabos mientras  seguimos guillotinando lo público y vendiendo nuestros derechos y libertades al mejor postor).
Algunos  que critican el asunto dicen que los indignados son unos perroflautas,  que no dan un palo al agua y que estando en una plaza y manifestándose no se soluciona nada.
Hay también políticos y periodistas de distintas parcelas que desprecian la significación histórica de la reivindicación “Vosotros lo que queréis es tener un piso con 20 años…¡anda y que os den!” o “Tomen el primer vuelo a Londres y a servir café”.
Otras personas comparten la reivindicación y el desacuerdo, valoran la protesta pero piensan que salir a la calle a gritar no va a solucionar nada o bien prefieren no hacerlo por vergüenza o comodidad.
Y yo digo que más allá de la indignación y el inconformismo del movimiento, esto debe traducirse en una implicación concreta social y política . Me consta que muchos ya lo hacen, a través de las propias iniciativas del 15 M  (ahí está la plataforma de afectados por las hipotecas y las acciones a favor de la renta básica y demás campañas ) y otros lanzándose a la aventura de partidos políticos y diversos organismos sociales.
            Pero más allá de eso me parece que ante una situación tan nefasta y vergonzosa con tantos cómplices y protagonistas políticos, bancarios y especuladores que ven los pequeños barcos hundirse desde sus flotas imperiales ¿Cómo no protestar, cómo no alzar la voz pública, salir a la calle a agitar las pancartas o simplemente estar allí?
Pues ,como dijo otro indignado hace cosa así de dos mil años:
Si callan éstos, gritarán las piedras







viernes, 11 de mayo de 2012

La necesidad del arte




En determinadas ocasiones cuando invierto, como tantos otros, horas de esfuerzo y dedicación a la práctica del piano, me pregunto en qué medida ese estudio  tan solitario, individual y sacrificado puede contribuir en algún modo a mejorar el mundo, las necesidades de los más desfavorecidos o a luchar contra las injusticias.

Es una pregunta que no pocas veces planea sobre mi cabeza. Parece que no tiene mucho sentido cuestionarse la importancia que en la sociedad tienen los médicos, los arquitectos , economistas, ingenieros o profesores.

En todas estas disciplinas parece que se abren (para el que los busque) caminos hacia la construcción de un mundo más justo: la necesidad de una economía ética y sostenible, máxime en estos tiempos de crisis como alternativa al sistema imperante; el desarrollo de proyectos de ingeniería hacia la optimización de recursos para mitigar la brecha Norte- Sur o la importancia vital de la educación para la formación de todo individuo.

En cambio parece que esto del arte y la música es simplemente una parcela del entretenimiento y la diversión y no es de extrañar que en épocas difíciles como ésta sea la cultura la primera en desparecer de la lista de prioridades y sean las actividades artísticas las que más rápidamente sufren las consecuencias de la reducción y la austeridad.

Paradójicamente , los que pertenecemos a este mundo intentamos muchas veces desmitificar la importancia de nuestra actividad en momentos de agobio y estrés con estos argumentos “No pasa nada porque no te salga o porque te hayas equivocado en esto…nadie se va a morir por eso”.

Recuerdo con especial ternura en uno de mis primeros cursos de piano una clase con la profesora mejicana Patricia Montero en la que le decía a un alumno: “tienes que concentrarte y repetir sólo el pasaje que no te sale. Si lo repites todo es como si un cirujano empieza a cortar un metro antes de donde tiene que intervenir…El paciente se moriría, se desangraría. Si tú no haces bien tu trabajo, afortunadamente nadie va a morir, pero sí que muere la música, muere el arte…”

Hace varios días al volver a casa después de una intensa jornada en el conservatorio me senté a ver la tele como de costumbre después de cenar. Estaban emitiendo Drácula de Bram Stoker, de Francis Ford Coppola.

Como una brisa que te lleva, certera y  nostálgica al pasado, desfilan de nuevo en mi mente recuerdos de mi niñez, impregnados de la fascinación primigenia que me suscita el séptimo arte desde que tengo uso de razón.

He visto infinidad de veces este film desde mi infancia y sin embargo conserva siempre la magia de la primera vez en su poderío visual, su operística puesta en escena y su evocadora música.

El cine, la música y en general, el arte han sido depositarios de mis sueños de infancia y de juventud y me costaría mucho escribir la historia de mi vida hasta el momento desvinculándola de momentos, emociones y vivencias que éstos me ha regalado.

Sin embargo, parece que al estar inmersos en el estudio académico del  fenómeno artístico caemos en el riesgo de olvidar ese encanto original  y esa capacidad para conmover los sentidos y precisamente es  ésa también la capacidad para desarrollar la sensibilidad, una sensibilidad que lejos de aislarnos, nos hace dejarnos “tocar”  y “afectar” por la realidad, una sensibilidad necesaria también para crecer en el conocimiento y comprensión del mundo. Además el arte es, ante todo, comunicación, transmisión de vida.

Por eso, en esta época en que estamos rodeados de malas noticias que hablan del fracaso del hombre para gestionar sus recursos y esto nos lleva al hastío , la desesperanza y la falta de sentido, es necesario ante todo el arte, pues también nos habla de nuestra capacidad de creación (el hombre es co-creador junto a Dios).

              Esa capacidad de crear que el hombre ha desarrollado desde los confines de su historia nos debe alentar, abrirnos los ojos y darnos la luz de hasta dónde nos pueden llevar nuestros deseos, nuestros anhelos: es la poesía de la utopía que enraíza con la realidad más terrenal.

Por eso me reafirmo en mi empeño de seguir en este camino del arte como vía para interpretar, comprender y transformar el mundo desde la creatividad y la belleza y, a pesar de que a mi alrededor hay mentes mucho más talentosas y dedos muchos más ágiles que los míos, siento que sí que poseo esa sensibilidad necesaria para dedicarme al arte porque a alguien se le ocurrió alguna vez, siendo muy pequeño, sentarme en una banqueta de un piano,  abrirme las páginas de una novela o llevarme a una sala de cine.

Y esta grande o pequeña pero, sin duda, maravillosa experiencia vital me lleva a pensar en la necesidad del arte en este mundo y en este tiempo en la vida de las personas, pues las  hace  más sensibles, más humanas y en definitiva, más personas.






jueves, 3 de mayo de 2012

De los palomos, la Iglesia y la tolerancia


Hace unas semanas iba del conservatorio camino a casa y vi un maniquí de color rosa visiblemente colocado en un balcón del Casco Antiguo.
Me llamó la atención y al momento me di cuenta de que había otros en los escaparates, en las terrazas e incluso dentro de alguno de los bares que solemos frecuentar los estudiantes que nos movemos por aquella zona.
En pocos días han ido a apareciendo más,  decorando vistosamente la parte histórica de la ciudad. Pronto me enteré de que se trataba de una de exposición artística itinerante que ha venido a Badajoz, aprovechando la "caravana de palomos" que tendrá lugar el próximo sábado.
Como muchos sabrán a estas alturas, el detonante de este evento fueron unas declaraciones emitidas en una entrevista radiofónica  el pasado año por Don Miguel Celdrán, alcalde de nuestra ciudad, en las que afirmó que “en Extremadura a los palomos cojos los echamos para otro lado”, haciendo referencia al colectivo homosexual.
Extremadura es una tierra sana y fuerte”, apostilló.
Los medios de comunicación se hicieron eco de estas declaraciones, especialmente La Sexta, que promovió desde su programa El intermedio una respuesta masiva : la caravana de palomos, una fiesta en la plaza alta por la tolerancia a la que asistió gente de toda España.
Parece ser que visto el éxito del asunto se ha decidido repetir el evento, lo que desde el punto de vista turístico le puede venir bastante bien a la ciudad.
Personalmente, imagino que habrá personas homosexuales que se vean identificadas por este evento y otras que no, ya que habrá a quien no le agraden las multitudes y la aglomeración. Sin embargo, me parece necesario y natural el derecho de expresar en libertad esta orientación, puesto que históricamente ha habido una discriminación y falta de tolerancia a la realidad homosexual. Eso motiva, al igual que en el movimiento feminista, un deseo de expresión y de afirmación que la sociedad y la historia muchas veces han negado y reprimido.
Al hilo de todo esto y a pesar de que no me guste entrar en polémicas no puedo ser indiferente en estos días a las sonadas palabras del Arzobispo de Alcalá de Henares y de cierto sector de la jerarquía eclesiástica que se enfunda y  se reviste de una potestad divina de la que no pocos discrepamos para opinar de estos temas, creyéndose en la autoridad de dirigir el pensamiento de toda la comunidad creyente como si de la Palabra de Dios se tratase.
El arzobispo de Alcalá no duda en relacionar las palabras homosexualidad con prostitución e infierno y frente a ésto algunos obispos se desmarcan y piden dignidad y respeto, si bien la Conferencia Episcopal cierra filas y secunda las palabras de Reig Pla.
Me preocupa mucho que ésta sea la imagen que la Iglesia ofrece al mundo, o bien que sea la imagen que se filtre de la Iglesia al mundo a través de un sector que no deja de ser muy pequeño pero que es el que habla siempre delante de los micrófonos y los altavoces  (tal vez es también porque a la otra Iglesia no le suelen poner los micrófonos delante. Se cotiza mucho más la polémica y la controversia. Aún no he visto ningún reportaje de la labor que Cáritas está realizando con innumerables familias para afrontar  las dificultades de la crisis).
En cualquier caso, no puedo ser indiferente ni dejar de expresar mi opinión ante unas posturas que tanto me duelen.
Me duelen especialmente por el colectivo homosexual y me duelen no menos por la Iglesia, a la que quiero y de la que me siento parte y desde que la que lucho cada día por hacer de este mundo un lugar más habitable para todos.

Será porque he aprendido (gracias también a la Iglesia, por cierto) que la afectividad y la sexualidad es un ámbito fundamental del desarrollo humano que tiene que tener a la persona como centro para realizarse en plenitud y  que negarlo,  reprimirlo o aislarlo es negar parte de nosotros y de nuestro ser.
Será porque muchas de las personas homosexuales que conozco tienen una afectividad más desarrollada,  integrada y ordenada que otros tantos heterosexuales.
Será porque la Iglesia que conozco y me seduce es la que late al ritmo del mundo, con sus dificultades y sus problemas, con sus deseos y sus desafíos y no se pierde en cuestiones superfluas y defiende el amor sin condiciones y sin límites (“Yo te amé con un amor eternoJr 31, 3).

A mí no me habléis de posturas oficiales, ni de doctrinas morales ni de catecismos…a mí habladme del Evangelio y de un tal Jesús de Nazaret, el mismo que se empeñó en defender y dar la vida por todos aquellos que el mundo, la historia, la sociedad y la misma Iglesia han crucificado y siguen crucificando día a día.