sábado, 19 de marzo de 2016

Geografías interiores



Comienzan unos días que transitan entre el esperado descanso vacacional de muchas personas,  la oportunidad de viajar y planear actividades que se salen de la rutina y la celebración, escenificación y representación, en las más variadas expresiones de la piedad popular, de una fiesta de marcada impronta cultural, religiosa y artística.

Pero algo más se apunta y se barrunta en estos días si afinamos los sentidos hacia las imágenes de la actualidad sangrante que grita afuera y hacia nuestros propios paisajes interiores.

 Cuando, hace poco más de un mes, comenzaba la Cuaresma, varias amigas de uno de mis grupos de música de cámara de Madrid me preguntaban (acaso esperando de mí una voz competente en materia religiosa) que qué era esto de la Cuaresma, qué significado podía tener hoy y cómo se podía uno plantear eso del ayuno.

La pregunta inquieta, el cuestionamiento sano, la búsqueda continua de los demás nos llevan a los que nos llamamos cristianos a muchas ocasiones que nos fuerzan  a actualizar y revitalizar nuestra manera de explicar, expresar, comunicar, e incluso vivir nuestra fe.

Después de darle algunas vueltas, les respondía a mis compañeras que entrar en la Cuaresma era una especie de invitación a recorrer nuestras geografías interiores.  De algún modo, todos los seres humanos, creyentes o no, experimentamos los mismos sentimientos y nos vemos envueltos en las mismas encrucijadas vitales, pero la fe nos ilustra toda una geografía de lugares comunes, paisajes recurrentes de la historia personal y compartida que nos ayudan a poner nombre e imágenes a lo que vivimos. Para mí es una narrativa que ayuda a dar respuestas o, al menos, a reconocerse acompañado en las preguntas.

            Esa llamada cuaresmal a la conversión tiene mucho de atravesar los desiertos interiores que nos habitan, el lugar donde nos confrontamos con nosotros mismos y percibimos la necesidad de sanarnos en nuestras heridas, en nuestros vértices, en nuestras aristas, para reconocernos acogidos y queridos desde fuera sin condiciones ( “Con amor eterno te amo” Jr 31, 3)  y aprender a ser verdaderamente libres y liberadores de los demás:

El ayuno que quiero es éste: que abras las prisiones injustas, que desates las correas del yugo, que dejes libres a los oprimidos, que compartas tu pan con el hambriento…” ( Is 58,6)

Como suele ocurrir, la realidad va más rápido de lo que esperamos  y frecuentemente la velocidad de los acontecimientos te da poco margen para integrar y digerir los cambios en tu propia vida, dejándote a la intemperie, sin respuestas ni agarres en medio de la actividad sin tregua.

            Para mí ha sido así. Como esos profesores que reconocen que es el ejercicio de enseñar a sus alumnos lo que les hace de verdad integrar continuamente sus conocimientos y estar siempre aprendiendo, quizá es mi responsabilidad en la JEC, que me lleva a recorrer kilómetros hacia norte y sur cada semana, presentar su proyecto, dialogar con gran variedad de personas del mundo social, político y eclesial…lo que me ayuda a hacer mía la pedagogía de leer el paso de Dios por mi vida.

Y esta lógica de la lectura creyente de la realidad, que abraza también la decepción y el fracaso como lugar de Dios, siempre descoloca, siempre sorprende, siempre te lleva a lugares nuevos y a veces incómodos. 

A veces, constatar que los cimientos firmes que creías que sustentaban un proyecto, un horizonte, una ilusión, una relación, se desmoronan de un día para otro, te lleva a pensar que lo nuestro es más bien acampar en la intemperie (“puso su tienda entre nosotros” Jn 1, 14), apostarlo todo respetando la libertad y los tiempos del otro y del mundo y confiar. 

O darte cuenta de que,  cuando la dificultad te ahoga, es esa persona que está lejos y camina descalza en la debilidad y la fragilidad, la que siempre te dedica “la mirada constante, la palabra precisa, la sonrisa perfecta.”


Comienza la Semana Santa y cuando regreso a esa geografía de la pasión, la muerte y la resurrección de Jesús, me vuelven las imágenes, casi documentales, en austero blanco y negro, de la película de Pier Paolo Passolini y siempre me pregunto ¿Quién sino alguien como él, ateo, homosexual, perseguido y asesinado en extrañas circunstancias, una persona tan “lejana” a la Iglesia, hubiera podido retratarlo en el cine como alguien tan real, cercano y palpable?



La salvación viene de donde menos la esperamos, donde menos la buscamos,  y en esta Europa de la vergüenza nos estaremos condenando definitivamente si cerramos las puertas a los únicos que pueden salvarnos y hacernos comprobar que todavía late algo en la superficie de este occidente gris e indolente.


Se trata de eso. Siempre es lo mismo. Atreverse a vivir con pasión y compasión, ser valientes para poner en valor (aunque duela) los sentimientos, pues solo lo que venga de ahí habrá merecido la pena y, quizás, la única auténtica de las alegrías.






2 comentarios:

  1. Cierto. ¡Geografias interiores! No lo hubiera expresado mejor. Cada día me alegro más de haberte conocido. Sigue siendo tú, no nos prives de ese regalo de tu mirada constante, tu palabra precisa, tu sonrisa perfecta... a todos los que hacemos un mismo camino de búsqueda y encuentros. Ya sabes, estamos hechos de encuentros.

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