Mañana cubierta.
Ciudad dormida.
Los perros aún
deambulan por las calles
vacías de discursos de mercados nómadas
que piden alientos de esperanza fútil.
Despierta el día
con el anhelo de horizontes que se pierden
en la vaga certeza del camino.
La confianza
guía nuestra travesía por tierras de historia
primigenia.
Al fondo,
el pasado nos saluda, majestuoso,
con brillo de ancestral hegemonía:
Amor eterno,
celeste arquitectura
de milenarias pasiones encendidas.
Amanece.
El Sol asoma, caprichoso,
Amanece
y me hablas.
Me hablas con tu geografía.
Me hablas
en el lenguaje de sueños
que invierten el curso de destinos implacables,
que hienden la tierra hambrienta
de semillas de frutal primavera.
Me hablas con tu música lejana
de aromas y embrujos.
Me habla,
insólito y virgen,
sabio y cautivador,
el mundo por tu boca.
Muy bien, Álvaro. Ojalá todas las torres de Babel fueran como tu poema: seguramente nos entenderíamos mejor. Un abrazo, Luis.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu palabras, Luis. Espero que no veamos pronto. Un abrazo.
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