Tengo la
suerte de contar con un grupo de amigos,
mi pandilla, mi gente de toda la vida, personas con las que he vivido un camino
común en mi etapa educativa infantil y adolescente. Son compañeros de viaje que gozan de una
confianza forjada a través del tiempo y las experiencias compartidas y con los
que además de tratar cualquier tema de nuestras vidas, solemos hablar de las
realidades más inmediatas y los problemas del mundo.
A menudo me tachan y
me caracterizan de utópico o radical en algunas opiniones y quizá no les falta
razón. Yo les digo:
“Si no soy radical con 21 años no lo seré
nunca ¿no?”
Hablábamos
hace unos días de la crisis, de los recortes y , si bien críticos y
descontentos con el gobierno y con la situación, sus actitudes muchas veces son
de relativo conformismo y resignación: “ahora no queda otra”,” lo importante es salir en este momento de la
crisis como sea y luego ya veremos…”
Yo me rebelo
una y otra vez y cuando miro las cifras me niego a aceptar que sea ésta la única
salida, la única manera de hacer las cosas.
La
educación, eje vertebrador y cimiento de la sociedad y la ciudadanía es una de
las de las primeras “líneas infranqueables” en franquear a la hora de hacer
recortes.
Esta semana,
el ministro Wert habla del aumento de horas lectivas y alumnos por clase, con
la consiguiente masificación que ello supondría y entendiendo que un mayor
número de estudiantes por aula dificultaría la integración y atención a los más
necesitados.
Además, afirma que
aumentará el precio de las tasas universitarias, que en el caso de los alumnos
repetidores podrían llegar a tener que pagar el 100% del coste de la matrícula.
Una vez más
nuestro sistema premia la excelencia y el elitismo y castiga el fracaso y la
dificultad, ahogando planteamientos más profundos que nos llevarían a
considerar las causas del fracaso escolar y las circunstancias socio-económicas
de los alumnos, que ante todo, son jóvenes con un contexto y una situación
difíciles de evaluar en parámetros meramente académicos.
Que se
empiece a hablar de copago poniendo en riesgo la Sanidad pública es hacer tambalear el logro
de un sistema en el que todos pagan de acuerdo a lo que tienen y cada uno
recibe la atención médica que necesita.

Parece que
nuestros gobernantes tienen claro que ahora la prioridad es que nosotros
saquemos nuestro propio barco a flote y para ello no importa que los cuernos de
las Áfricas, las Asias y Sudaméricas agonicen en su propia miseria y le asestan
a la cooperación al desarrollo un hachazo del 54%, al tiempo que anuncian una
bochornosa amnistía fiscal que permite regularizar el dinero negro de los
defraudadores en paraísos fiscales hasta el 30 de noviembre, asegurando la
impunidad y la confidencialidad por parte del Ejecutivo.
Definitivamente
me niego a aceptar estas consignas y a doblegar mis ideas y mis principios para
aceptar que esto no puede ser de otro modo pues en esta crisis que ninguno
llegamos a comprender no son desde luego
los que van a pagar el pato los especuladores que se han lucrado, los
defraudadores fiscales, los bancos ni toda la casta política que se enfunda sueldazos y asignaciones
desorbitadas y se erige con discursos oportunistas y demagogos, viviendo de una
estética de derechas o izquierdas pero con una ideología que hace ya tiempo que
se pudrió y se prostituyó ante los designios mercantilistas y financieros del
mundo en que vivimos.
Frente a
esta realidad, hay multitud de respuestas conformistas , resignadas y
derrotistas: “no podemos hacer nada”; “hay que apretarse el cinturón”; “Da
igual a quién votes, son todos iguales”.
Y ante esto,
emergiendo como signo de la Resurrección y la Vida en este tiempo Pascual me
llega un mensaje de Devett O´ Brien, mi amigo y compañero australiano,
secretario general de la Juventud Estudiante Católica Mundial, a quien el
Espíritu y los delegados de todo el mundo
en el Consejo Mundial de la India le dimos el timón de este proyecto
para los próximos 4 años.
En el mensaje
instaba a compartir a los miembros de los distintos movimientos las Campañas
que están llevando a cabo durante este
año en todos los países donde estamos presentes.
En
Australia, por ejemplo, los estudiantes están actuando en torno a la realidad
de los refugiados jóvenes en búsqueda de asilo; la Juventud Estudiante Católica
de Burundi, por su parte, afronta la situación del país tras la guerra y
abordan en su campaña el complejo desafío de la paz y la reconciliación entre
ambas partes; en Italia, han decidido centrar su acción en la problemática del
fracaso escolar y abandono de los estudios; en Líbano tratan la presencia de
los valores del Evangelio en la sociedad y los derechos de los estudiantes,
mientras que en España, tanto la JEC como el Movimiento de Universitarios y Estudiantes
Cristianos de Cataluña estamos tratando la Evaluación en la Universidad (en qué
medida unos criterios determinados de evaluación condicionan la formación de un
estudiante y la persona que va a ser el día de mañana) y la Economía
responsable (planteando alternativas de criterios y consumo ante las inercias
insoslayables del neoliberalismo imperante).
Cuando miro
estas campañas y me planteo su verdadero impacto social me reafirmo en mis
radicalidades y me lleno de esperanza al pensar que hay ya muchos jóvenes en el
mundo que alzan el grito inconformista contra las injusticias y se implican
ante la realidad a través de estas acciones, pasando del conformismo y la
resignación a emprender los caminos de la utopía, convencidos de que las cosas
pueden ser de otra manera y sintiendo, enraizados y afectados, los problemas
del mundo como propios.
Al fin y al cabo los
jóvenes no sólo somos el futuro, los jóvenes también somos el mundo.
Habría que hacer reflexión y manifiesto del movimiento sobre estas acciones políticas y sus consecuencias en el mundo estudiantil y en los más débiles.
ResponderEliminarHola Alvaro, me ha gustado mucho no sabia que te expresaras tan bien .
ResponderEliminarPor cierto la chica del microfono, ¿es Natalia, la de Moldavia?
Andrés
Gracias, Andrés. La del micrófono es Lama, una chica maravillosa de la JEC del Líbano, aunque Natalia también podía estar ahí como un ejemplo magnífico de valentía y compromiso en el medio estudiantil.
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