“El futuro ya está aquí” . Lo pronosticó Radio Futura hace más de 30 años cuando cantaban su Enamorado de la moda juvenil.
Hoy
, la globalización, la tecnología y los medios de comunicación extienden sus
redes por todo el mundo a un ritmo vertiginoso que hace que nos sea prácticamente imposible escapar a
las nuevas formas de vivir, comunicarnos y relacionarnos que define el desarrollo
tecnológico del presente.
Pantallas
táctiles, acceso continuo a las redes sociales, a internet y a la mensajería
instantánea permiten una conexión inmediata con la red global y con otros,
posibilitando la transmisión de información en tiempo real con unas cotas de
calidad cada vez más altas.
Mis
amigos son un ejemplo bastante bueno de lo que supone estar al tanto de las
últimas innovaciones del universo tecnológico. Algunos de ellos son inminentes ingenieros,
biotecnólogos o periodistas y sus mismas carreras y la propia inquietud les
hacen conocer la gestación y las aplicaciones de los últimos recursos de la
telefonía móvil , la informática o las telecomunicaciones.
Varios me acusaban el otro día de empeñarme en
ir en contra de la tecnología por negarme a incorporarme a la comunicación con
ellos mediante la mensajería instantánea del wassup. Mientras ellos conciertan nuestras reuniones y quedadas a
través de esta aplicación, para avisarme a mí tienen que recurrir a los
mensajes sms, pues mi móvil, cuya batería no se desprende porque le tengo
puesto un trozo de celo en el reverso, no dispone de tan sofisticada tecnología.
Recuerdo
también que, hace unos meses, veía que
Sonia, animadora del movimiento de la JEC y una de las personas más
comprometidas que conozco, en una reunión con su grupo de chavales había confiscado
los móviles de los muchachos metiéndolos en una bolsa al ver que ellos,
estando sentados todos en una terraza unos junto a otros, se encontraban absortos en la
comunicación a través de los móviles e indiferentes a lo que sucedía alrededor.
También
cuando estuve en Nueva Delhi en el encuentro mundial de jóvenes me impactaba
el hecho de que cada noche en el hotel nos dedicábamos a utilizar los
portátiles para chatear con familiares y amigos de nuestros países en
lugar de aprovechar la ocasión irrepetible de una convivencia tan rica y
diversa entre nosotros.
Paradójicamente, al volver a los respectivos hogares, todos nos pasábamos horas y horas hablando a través de la red con los amigos internacionales que habíamos conocido allí.
Paradójicamente, al volver a los respectivos hogares, todos nos pasábamos horas y horas hablando a través de la red con los amigos internacionales que habíamos conocido allí.
Ante
todos estos hechos mis amigos insisten en que lo malo no son las redes sociales
y los nuevos medios de comunicación sino el uso que podemos llegar a hacer de
ellos y la verdad es que tienen toda la razón.
Las
posibilidades que hoy tenemos de llegar a distintas fuentes de información son
las mayores que ha conocido la historia. El sesgo que conlleva el acceso a una
única paleta de programas de televisión o de prensa escrita desaparece cuando se abre
ante nosotros un escenario como el de internet, donde todo el mundo puede, en
principio, escribir, compartir y exponer sus ideas con libertad.

Sin
embargo, creo que hemos de tener cuidado de no sustituir el calor de la palabra
hablada frente a las pantallas táctiles, de saber disfrutar de los momentos y
estar en los sitios, sin la esclavitud continua de aparatos que nos conectan
con personas que están en lugares distintos y situaciones distintas y que, en
ocasiones, nos hacen evadirnos del lugar en el que estamos y perder la magia y
lo irrepetible del espectáculo de la vida pasando ante
nuestros ojos que, ocupados y
preocupados por captarlo , compartirlo y retransmitirlo todo, se olvidan de
vivirlo.