Esta mañana me has
traído como caricia el sol de Italia,
que es un sol
distinto
a los demás soles.
Me dices “quédate aquí conmigo” o “aquí se vive de otra forma”.
Puedo
imaginármelo.
Sobre la mesa está
nuevamente
el misterio
cotidiano. Ese que,
desde hace siglos,
nos llama, nos
convoca, nos reúne.
Hemos seguido
viniendo
durante todo este
tiempo.
No hemos faltado a
nuestro encuentro fiel
con el sentido
antiguo de las cosas,
esa mecha prendida
en torno a la
escucha íntima
de esta historia
(que es nuestra historia).
“Mirad cómo se aman”, dice la Escritura,
pero ese versículo
está por estrenar.
El niño sólo está
llorando
y a su
alrededor ya hay tres mitras
escribiendo,
regulando, normativizando.
¿Por qué ponerle
medida
a aquello que no
la tiene?
Adelante. Deja
dulce caos que se desborde esta noche.
Ábreme la puerta.
Si es con tu
acento, si es en tu lenguaje
estoy dispuesto a
quedarme.
En italiano la
palabra “verso” significa “hacia”.
Quizá es que ya se
dieron cuenta de que es
la poesía
la que indica el camino.